Tomicus

Días atrás recibimos la noticia de que estaba remitiendo la plaga del pequeño coleóptero Tomicus piniperda, también llamado barrenillo de los pinos, en todas las comarcas afectadas del Mediterráneo español; pero nada más lejos de la realidad. El bosque de pino mediterráneo, el de pino atlántico y el Abies balsamea, más conocido por abeto de navidad, están gravemente afectados por el Tomicus, este último por haberse convertido en plaga ya endémica en Norteamérica, como consecuencia del calentamiento global.

Que en España la primavera esté siendo lluviosa y fresca, no quita que en los últimos cincuenta años haya disminuido el nivel de lluvias y la cantidad de agua caída por metro cuadrado, una tendencia que ha aumentado en intensidad en los últimos cinco años. Por lo cual es lógico que nuestros bosques, que ya sufrían estrés hídrico con frecuencia, estén siendo atacados masivamente por el barrenillo.

Nuestro planeta ha pasado por muchos cambios en su historia, en los que la mayoría de las especies han podido adaptarse gracias al trabajo evolutivo de decenas o cientos de miles de años; sin embargo, el cambio que ahora mismo estamos viviendo es de una intensidad tal que todavía no podemos valorar su resultado, y a una velocidad que hará imposible la necesaria adaptación.

Este escarabajo ataca varios tipos de pino, entre ellos el piñonero, el más abundante del Levante español. Se caracteriza por horadar la corteza creando galerías que cortan el suministro de savia a las hojas, provocando casi siempre la muerte del árbol.
El Tomicus es un insecto que vive en casi todo el hemisferio norte, proliferando principalmente en el Mediterráneo, en zonas donde hay grandes extensiones de pinos. Gran parte de su vida la pasa en el interior del árbol, por lo cual sus depredadores, los pájaros insectívoros del bosque, como el carbonero o el herrerillo; y los reptiles como las lagartijas y los lagartos, en un bosque frondoso tienen pocas posibilidades de cazarlo. De hecho su principal enemigo es el mismo árbol atacado, que tapona con su resina los orificios por los que ha entrado, asfixiando al insecto y a sus posibles larvas.

El escarabajo pasa de un árbol a otro no sin cierta dificultad y con bastante riesgo, por lo cual la separación de los árboles dificulta su proliferación al aumentar considerablemente el éxito de sus depredadores. Coloniza principalmente el pie de los árboles enfermos o bajo estrés por la sequía, por lo cual podría considerarse un buen agente para el equilibrio ecológico, además facilita la introducción de los árboles caídos o muertos al manto orgánico del bosque, destruyendo su madera al convertirla en polvo o al crear miles de galerías en su interior, acelerando su destrucción. El Tomicus percibe, seguramente por el olor, el pino enfermo o prácticamente moribundo, para colonizarlo con total impunidad debido a la incapacidad de este para taponar los orificios con resina.

Los pinos gravemente afectados por la sequía envían aire en cambio de savia a las hojas, lo que produce el efecto de cavitación y la inevitable muerte del árbol. El Tomicus no es, por tanto, el causante de su muerte sino el que la acelera.

Al atacar a los árboles enfermos, este coleóptero facilita el clareado del pinar y, por tanto, la generación o recuperación del típico bosque y sotobosque mediterráneo, creando con ello las condiciones óptimas para facilitar su propia caza.

TomicusEn los años 80 y 90, se hizo un gran esfuerzo de repoblación de nuestros bosques, a veces simplemente de creación, ya que actualmente podemos encontrar frondosos bosques de pino en lugares que nadie recuerda que hubieran existido. Gracias a este esfuerzo podemos disfrutar de paisajes boscosos con árboles de veinte a cuarenta años, que además son grandes sumideros de CO2; sin embargo, esos bellos pinares carecen en muchos casos de la naturalidad del bosque mediterráneo, de distintas especies salpicadas de pequeños claros, como encinas, alcornoques, madroños y otros muchos, junto a multitud de matorral compuesto por brezos, retamas, tomillos, etc. Difícilmente unos pinos espaciados por tanta riqueza de especies, que además mantienen el manto húmedo, podría sufrir el estrés climático a no ser a costa de una terrible sequía o por estar en un espacio muy rocoso, sin posibilidad de crear la suficiente raíz.

Este tipo de flora facilita, además, la anidación y supervivencia de numerosos pájaros, reptiles, ofidios y pequeños mamíferos, muchos de ellos depredadores naturales del Tomicus, mientras que en un bosque de tan solo pinos solo podrían sobrevivir unas pocas especies.

Cada especie, sea matorral o árbol, tiene sus preferencias según la composición del suelo, la pendiente o la orientación de la ladera en caso de hablar del monte. Una etapa de sequía, como la sufrida en los dos años anteriores al actual, puede afectar más intensamente a la ladera sur que a la norte, mucho más si el manto de la primera es más fino o rocoso, y más aún si la pendiente no permite la retención del agua de lluvia, por lo cual lo lógico es que este lado se encuentre menos poblado de arbolado o ser atacado con más facilidad por el barrenillo.

Entonces, ¿cómo podemos evitar la gran mortandad que asola nuestros pinares?
No se trata de eliminar los insectos que les afectan, como el Tomicus o la procesionaria, que por cierto siempre han convivido con ellos, sino facilitar un ecosistema más variado y adecuado al terreno y la orografía, con más pájaros insectívoros, más lagartos, lagartijas y pequeños mamíferos, con un manto más rico en nutrientes y humedad; sin olvidar, una vez más, que el ser humano es también parte de este ecosistema. El ser humano ha vivido y crecido con los pinares, podándolos para aprovechar su madera. Al contrario de lo que creemos, la poda de nuestros bosques, es decir el aprovechamiento de su biomasa, no altera ni adultera el ecosistema sino que es parte de él. Y esas ramas muertas, medio caídas que ya nadie aprovecha, son el mejor nido del Tomicus y el combustible de casi todos los incendios del verano.

Artículo publicado originalmente en Pirates Verds.

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