Diabetes

Lo que conocemos como diabetes melitus es un conjunto de trastornos metabólicos que tienen como síntoma común lo que se denomina hiperglucemia, es decir, una tendencia a presentar elevadas concentraciones de glucosa en sangre de forma más o menos persistente o crónica.

Conocemos tres tipos de diabetes, tal y como las clasifica la Organización Mundial de la Salud1, aunque en este artículo nos vamos a centrar en los dos tipos más importantes, el 1 y el 2. La diabetes melitus de tipo 1, también llamada insulino-dependiente o diabetes de comienzo juvenil, se caracteriza por una deficiencia de insulina de carácter absoluto. El tipo 2, por su parte, sucede como consecuencia de un defecto progresivo en la secreción de insulina; en este caso el paciente inicialmente no suele necesitar inyecciones de insulina, aunque con el tiempo se terminan haciendo también indispensable. El clasificado como tipo 3 sucede durante el período de gestación, y suele cesar tras el parto.

Por otro lado, la Asociación Americana de la Diabetes incluye un cuarto tipo, cajón de sastre de “otros tipos” que son minoritarios y con otro tipo de causas.

Tanto el tipo 1 como el tipo 2 tienen en común la deficiencia de insulina, bien de forma absoluta o bien por una reducción progresiva de su concentración. La insulina es una proteína sintetizada en las células beta, que se localizan en el páncreas, en las regiones llamadas “Islotes de Langherans”, y es la encargada de transportar la glucosa desde la sangre hasta el interior de las células, donde sirve como sustrato para realizar la respiración.

La diabetes insulinodependiente, como hemos mencionado, es mucho más común en personas de corta edad, y suele desarrollarse antes de la treintena. En este caso la causa principal es la destrucción de esas células beta, productoras de la insulina, lo que lleva a que el organismo deje de sintetizar insulina en absoluto. Este tipo de pacientes necesitan, por tanto, un aporte externo de insulina a diario, y un régimen de comidas estricto.

Si bien tiene un factor de susceptibilidad de carácter genético hereditario, se han investigado una buena parte de factores ambientales que afectan a la diabetes tipo 1; entre ellos se encuentran algunas proteínas comunes en la dieta, como la albúmina de la leche de vaca, o la gliadina del gluten, que en algunas personas pueden desencadenar que el sistema inmune ataque a las células pancreáticas, así como, con mayor probabilidad, infecciones víricas como la paridotitis y la rubeola2 .

Síntomas de la diabetesEn el caso del tipo 2, el organismo inicialmente sí que produce insulina, solo que no produce la suficiente y la que produce no puede emplearse adecuadamente a causa de una resistencia a la insulina por parte de las células a las que debe fijarse para realizar su trabajo, generalmente porque los receptores celulares a los que la insulina se adhiere estén dañados. Esta forma de diabetes suele desarrollarse en personas mayores de 40 años y, aunque su influencia genética es mayor que la del tipo 1, tiene una amplia relación con la obesidad.

La diabetes suele tener un cuadro sintomático muy característico que muchos denominan como “las tres P”: la poliuria, la polifagia y la polidipsia, lo que en román paladino viene a significar que aumenta la cantidad de orina y la sensación de hambre y sed. Estos síntomas, sobre todo cuando suceden en una persona adulta, suelen ser una llamada de atención en pacientes de diabetes tipo 2, que es la más común. A pesar de la polifagia, ocasionalmente se produce una pérdida de peso, ya que la glucosa no se almacena o lo hace con menor eficiencia de la debida. También suele provocar fatiga, cansancio y reducción de la agudeza visual.

El diagnóstico se completa con una o varias mediciones de la concentración de glucosa en sangre, considerándose positivo cuando el valor supera los 200mg/dl en tomas al azar, o los 126mg/dl en ayuno de 8 horas.

Los tratamientos que se llevan a cabo en los pacientes diabéticos tienen como misión, en cualquiera de los tipos, restaurar los niveles de glucosa en sangre. Es por ello que en el tipo 1, el tratamiento incluye siempre, como ya hemos mencionado, la inoculación de insulina, motivo por el que se la denomina diabetes insulino-dependiente. En el caso de la diabetes tipo 2 puede aplicarse la inoculación de insulina, o bien un tratamiento de antidiabéticos por vía oral.

La insulina que tradicionalmente se empleaba para este tipo de pacientes era procedente de cerdo, y en ocasiones podía producir problemas; hoy en día se extrae de cultivos de bacterias transgénicas a las que se les ha introducido el gen que codifica la insulina humana, de modo que, actualmente, la que se emplea es molecularmente idéntica a la insulina humana, lo que la hace mucho más segura.

En cualquiera de los casos es muy importante mantener un control de la dieta. No debe olvidarse que muchas de las cosas que comemos presentan carbohidratos de cadena larga, como el almidón, que tras las primeras fases de la digestión se transforman en glucosa. Es por ello que el control en la dieta debe ser estricto.

Diabetes: dieta saludableUna alimentacion equilibrada para una persona diabética incluye una cantidad de entre el 50% y el 60% de carbohidratos, y no más. La cantidad de calorías a ingerir debe establecerse a título individual, según el sexo, la edad, el peso, el metabolismo y el ejercicio que realice de forma habitual el paciente. Mantener unos niveles adecuados de ejercicio físico, por cierto, también es importante.

Son inconvenientes cualesquiera alimentos que tengan una importante concentración de hidratos de carbono simple -azúcares-. Consumir alimentos sin azúcar, como aquellos que estén endulzados con edulcorantes no calóricos como el acesulfamo potásico, el aspartamo (que sí, es perfectamente seguro ), la sacarina o el extracto de stevia, un polvo blanco conocido como steviósido o directamente stevia, puede ser útil para evitar los excesos de glucosa, y permite darse algún capricho y prevenir la hiperglucemia que sucedería de consumirse con azúcar.

Y antes de que el lector lo pregunte, no, la stevia no ha demostrado curar la diabetes.

¿Y qué sucede si un diabético cesa su tratamiento?

El resultado inmediato de abandonar un tratamiento es un desajuste de glucemia, es decir, que los niveles de glucosa en sangre se vuelven inadecuados. Esto puede desencadenar enfermedades agudas y, si se prolonga en el tiempo, puede provocar problemas de carácter crónico.

Entre las complicaciones agudas se incluye el denominado coma diabético, que sucede anualmente en torno a un 0,5% de los pacientes, que puede suceder por dos vías. La llamada cetoacidosis diabética es producida por la rotura de lípidos y proteínas por parte del hígado, como respuesta a la falta de glucosa, que no puede llegar al hígado, que cubran la demanda de la respiración; es común en la diabetes tipo 1 y sucede rápidamente. Por otro lado, el llamado coma hiperosmolar no cetósico evoluciona a lo largo de varios días, y origina una hiperglucemia, deshidratación y alteraciones osmóticas importantes.

Estos problemas deben tratarse bajo control médico. En ambos casos existe riesgo de coma, aunque la mortalidad es baja; en torno al 5% para la cetoacidosis y de un 11% para el estado hiperglucémico hiperosmolar.

Otro problema agudo que puede suceder es la hipoglucemia, una caida de la glucosa en sangre por debajo de los 50mg/dl (leve) o de 30mg/dl (severa). Suele suceder en casos de sobreesfuerzo o de la realización de un ejercicio al que no se está acostumbrado, por una sobredosis de insulina, una ingesta insuficiente de carbohidratos o por problemas digestivos como diarreas o vómitos que no permitan la absorción de los azúcares a tiempo.

La hipoglucemia suele identificarse inicialmente como un dolor en el pecho; tiende a causar sudores, mareos, desorientación, visión borrosa e incluso convulsiones y pérdida de conocimiento; y suele solucionarse sin mayores complicaciones tomando un poco de azúcar. De no solucionarse a tiempo, el problema puede desembocar en un coma, daños cerebrales e incluso la muerte. Por eso es importante que el paciente esté siempre preparado y disponga de una buena dosis de azúcar a mano.

Diabetes: el páncreasEn cuanto a los problemas crónicos, la diabetes mal tratada puede causar problemas tanto en nervios, provocando neuropatías, como en la irrigación sanguínea, lo que puede desembocar en daños en una gran cantidad de órganos; los más habituales son: los problemas oculares y las angiopatías.

La retinopatía diabética se debe a daños en los vasos sanguíneos que irrigan la retina que produce imagen borrosa. En combinación con daños nerviosos puede producir ceguera. Por su parte, las angiopatías pueden provocar en descenso o incluso el cese de riego sanguíneo en las extremidades.

Uno de los problemas más característicos en este caso es el llamado “pie diabético”, un daño nervioso que produce pérdida de sensibilidad dolorosa y térmica y atrofia muscular, lo que a su vez puede desembocar en deformidades. La pérdida de sensibilidad puede hacer que ciertos daños accidentales pasen desapercibidos, y ésto unido a una menor irrigación puede producir una gangrena y requerir la amputación del pie dañado.

Por todo esto resulta muy importante para el diabético, al igual que para el resto de pacientes de cualquier tipo de patología, confiar en el tratamiento médico basado en la evidencia y no arriesgarse innecesariamente con falsas alternativas cuya eficacia no esté demostrada.

Quiero agradecer la inestimable ayuda que la Lda. Mirian Frías ha depositado en este artículo. Sin ella, no habría sido tan riguroso.

Ldo. Mg. Álvaro Bayón Medrano.

NOTAS:

1 WHO-Department of Noncommunicable Disease Surveillance (1999).- “Definition, Diagnosis and Classification of Diabetes Mellitus and its Complications”.

2 Fairweather, D& Rose, NR. (2002).-”Tipe 1 diabetes: virus infection or autoinmune disease?”.- Nat.Inmunol. 3(4):338-40

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Álvaro Bayón Medrano
Biólogo, @PhD_EBD (CSIC), divulgador, escéptico, dinocolector.

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