De lo primero que nos advierte Max Allan Collins en la «Introducción» de Camino a la perdición 2: En la carretera es de que no estamos ante una secuela sino ante una “entrecuela” o “implante de continuidad” (términos con los que el autor no simpatiza demasiado): esta nueva novela gráfica no sigue la historia donde la dejó Camino a la Perdición, añade páginas a la travesía con la que conocimos a Michael O’Sullivan e hijo contándonos las acontecimientos que se quedaron en el tintero de la primera parte, una obra pensada en principio para abarcar cerca de 900 páginas, cuya extensión hubo de revisarse por el abrupto final de la colección en la que se publicaba.

Aunque en la reseña de Camino a la perdición también hablé de la «Introducción» que el autor hizo a su obra más conocida, leído lo leído, creo que fui poco justo por escueto. Las aperturas “descaradamente autobiográficas” de Max Allan Collins a sus novelas gráficas son muy enriquecedoras. A las ilustrativas explicaciones acerca del proceso creativo que dio lugar a Camino de la perdición tanto a nivel individual como colectivo, se suman en esta segunda parte las peripecias por las que pasaron él y su obra a raíz de la adaptación cinematográfica. Especialmente interesante – y desconcertante- es saber cómo los publicistas de la productora se esforzaron por obviar el hecho de que la película dirigida por Sam Mendes estaba basada en una novela gráfica o cómo rechazaron, de inicio, la participación del autor en la promoción de la misma. Hollywood: crazier tan life.

Con todo, el merecido éxito del film protagonizado por Tom Hanks y Paul Newman fue clave para que pudiéramos disfrutar de las tres historias que componen el presente tomo editado por ECC Ediciones, publicadas originalmente como novelas gráficas cortas entre 2003 y 2004, y firmadas por un equipo creativo de lujo formado, además de por el propio Collins, por el maestro José Luís García López, Steve Lieber y Josef Rubinstein.

El dibujante nacido en Pontevedra se encarga de dar forma a la primera de las historias, “Oasis”. Al igual que Camino a la perdición, “Oasis” comienza con una mano empuñando una pluma preparada para disparar la verdadera historia de Michael O’Sullivan, el “Ángel de la Muerte”. Tras una breve recapitulación sobre los sucesos de la primera parte, vemos como padre e hijo continúan desbalijando las cuentas bancarias de las que Al Capone y Frank Nitti son titulares en los bancos rurales del Medio Oeste.

Ya que los secuaces de la mafia son incapaces de echarle el guante al antiguo hombre de confianza del líder del hampa irlandesa de las Tres Ciudades, John Looney (ahora encarcelado a cuerpo de rey), a Nitti no le queda más remedio que aceptar la oferta de los cazarrecompensas conocidos como “Los dos Jacks”, que prometen capturar al Ángel de la Muerte a cambio de una importante suma de dinero. Y puede que lo consigan cuando los O’Sullivan se ven obligados a hacer un alto en el camino porque Michael Jr. ha contraído la escarlatina.

Como ser bounty hunter también es una cuestión de oportunidad, “Los dos Jacks” aprovechan la ocasión de abatir a los hermanos Doolittle que se les presenta en un café de carretera. Una tramilla secundaria que da pie al inicio de la segunda novela corta del volumen, en cuyas primeras páginas Vernon Doolitte se entera, mientras ara un campo en la Granja Penitencia Estatal de Misuri, de que sus hermanos están criando malvas.

En “Santuario”, Steve Lieber releva a García López con un estilo más realista para continuar la narración de aquellos meses en que los O’Sullivan vivieron fuera de la ley. El regreso de Michael Senior al Rendezvous para ajustar cuentas con la nueva dirección del local en el que Looney le tendió la trampa que a punto estuvo de acabar con su vida, nos mete de lleno en el salvaje ambiente de jugadores de póquer, libertinaje de casino y alcohol clandestino de los años de la ley seca.

No os preocupéis si os pasáis con los combinados, porque el final del arco tiene lugar en una iglesia, a la que, eso sí, deberías ir armados. Antes, Max Allan Collins vuelve a incluir en su novela gráfica a personajes históricos como el ladrón de trenes y bancos Buch Cassidy, al que Michael O’Sullivan conoció años atrás durante su primer viaje al rancho de John Looney en Nuevo México.

En “DesvíoJose Luis García-López vuelve a retomar su apuesta por lo clásico y Lieber pasa a encargarse del entintado y la portada, que en “Santuario” corrió a cargo de García-López y en “Oasis” de Richard Piers Rayner, el artista británico encargado del arte de Camino a la perdición.

El pequeño cambio de rumbo acaba en la Kansas City de Thomas J. Pendergast y John Lazia, jefe del Partido Demócrata de Kansas City e ilustre corrupto amigo del futuro presidente Harry S. Truman, el uno; y líder mafioso local y jefe de facto del Departamento de Policía de la ciudad, el otro. ¡Qué mejor compañía para el final de Camino a la perdición 2: En la carretera!

La continuación de Camino a la perdición no descubre nada que no supiéramos del padre e hijo protagonistas de la desventura creada por Max Allan Collins en 1998, pero profundiza en el submundo de cacos, corrupción y mafia que campó casi a sus anchas por las grandes ciudades de Estados Unidos durante la Gran Depresión; lo que unido al sólido trabajo de Jose Luis García-López, Steve Lieber y Josef Rubinstein y a la fantástica edición de ECC, convierten a Camino a la perdición 2: En la carretera en una novela gráfica que merece la pena.

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