Portada de Amianto

El amianto

El amianto es un mineral metamórfico con silicatos de cadena doble compuesto por cinco formas: crocidolita (también riebeckita; Yemen, Sudáfrica, Estados Unidos, Noruega, Ucrania), tremolita (Italia, Canadá, Suiza, Tanzania y Estados Unidos), amosita (también grunerita, yacimientos en Australia, China, Estados Unidos, España, Bolivia), antofilita (Noruega, Pensilvania) y actinolita (Taiwán, Canadá, Madagascar, Tanzania).

Sus fibras son resistentes pero flexibles y ligeras, y aguantan temperaturas extremas. Es por ello que el asbesto (en griego ασβεστος, incombustible) o amianto (αμίαντος, sin mancha) se utiliza desde los albores de la humanidad, encontrándose en escombros de hace 750.000 años, en las mortajas de los faraones egipcios o en la ropa de la Antigüedad. Sin embargo, sus efectos nocivos sobre la salud humana también son largamente conocidos, pues ya el geógrafo e historiador Estrabón en el siglo I antes de nuestra era, se refirió a la “enfermedad de los pulmones” y Plinio el Viejo, en el siglo I de nuestra era, observó que el polvo de amianto causaba enfermedades respiratorias a los esclavos que trabajaban con él. En la Edad Media se utilizó también en tejidos ignífugos y resistentes, continuando su uso hasta hoy en día, sin embargo, no sería hasta el siglo XIX, con la Revolución Industrial, cuando el uso del amianto se normalizó hasta ser común en todos los espacios tanto laborales como domésticos y en infinidad de productos cotidianos.

En 1972, Dinamarca fue el primer país en prohibir la utilización de amianto para el aislamiento térmico, hídrico y acústico. Desde entonces y hasta ahora, a pesar de conocerse los efectos nocivos, tan solo se han unido 63 países a la prohibición de este mineral en el mundo. En 1991 el Banco Mundial estableció que no financiaría proyectos que contuvieran amianto como material y, en 2004, el Convenio de Róterdam prohibió su uso y comercialización (aunque con excepciones) y fue ratificado por 100 países. Sin embargo, aún hay países que siguen utilizándolo y comerciando con él y muchísimas de las estructuras construidas con amianto a lo largo del siglo XX en nuestro país, por ejemplo, siguen en pie o deteriorándose, constituyendo un riesgo para la salud.

Renato

Fue una de estas fibras de amianto, probablemente tremolita, extraída en Italia, la que Renato aspiró en algún momento de su vida mientras trabajaba de manera itinerante como soldador especialista por toda la península itálica. Y fue esta pequeña asesina la que acabó con su vida muy joven, antes de cumplir los 60 años, aunque no solo la suya porque Italia y el mundo están llenos de obreros fallecidos prematuramente por la exposición continuada al amianto, del que ya tanto Estrabón como Plinio el Viejo conocían sus efectos nocivos (y ya ha llovido desde entonces).

“Amianto” es un libro de Alberto, el hijo de Renato Prunetti pero también un homenaje a toda la clase obrera italiana que creyó que sus hijos vivirían mejor si ellos se sacrificaban en jornadas eternas y en condiciones infernales de seguridad. Aquí no van a encontrar grandes epopeyas de dragones, viajes en el tiempo o juegos de espías en la Guerra Fría porque “Amianto”, de Alberto Prunetti, es una epopeya de la clase obrera, nuestra historia cruda y terrible pero auténtica, enquistada en nuestros corazones como los metales pesados de las chimeneas que se alojan en nuestros pulmones para ir matándonos lentamente.

Alberto Prunetti nos cuenta la historia de Renato y de sí mismo en una simbiosis padre-hijo que resulta, por supuesto, emotiva pero también muy instructiva y en la que cualquier lector de clase obrera puede verse identificado porque aunque las grandes factorías industriales de los años 60 y 70 hayan desaparecido o estén en proceso de hacerlo, todos tenemos padres o familiares que se dejaron los cuernos desde edades muy tempranas (Renato empezó a trabajar en fábricas a los 14) embutidos en monos azules, quizá fabricados con fibras asesinas, y que respiraron veneno, cegaron sus vidas a base de electrodos o se vieron abocados a los audífonos por el ruido insoportable de las máquinas.

Pero la historia de Renato es también la historia de una derrota, una derrota de clase por la que seguimos y seguiremos pagando las consecuencias. No solo los obreros retirados en los 80 perdieron la salud para intentar mejorar la vida de sus familias sino que dicha utopía se convirtió en un imposible y mientras sujetamos las manos de nuestros familiares agonizando por las fibras de silicato, ojeamos la notificación del SEPE donde se nos termina el subsidio por desempleo.

Es por eso que esta obra es tan cruda, no solo porque cualquiera, digo cualquiera con un poco de conciencia de clase, evidentemente, pueda ver en sus páginas un reflejo de su propia vida sino porque hemos sido derrotados y estamos dispersos, la lucha de Renato y otros como él por dignificar su trabajo y mejorar sus condiciones de vida se ha quedado en agua de borrajas. Ellos han muerto o malviven enfermos, nosotros estamos callados.

Francesca obtuvo 70 euros mensuales cuando por fin se reconoció la implicación del amianto en la muerte de su marido. Lean “Amianto”, de Alberto Prunetti y cabréense. Es lo que nos queda.

El autor

Alberto Prunetti es un traductor y escritor italiano responsable, entre otros, de la traducción de los libros de Angela Davis o John Sinclair. “Amianto” (2012), es el primer volumen de una trilogía dedicada a la clase obrera que continúa con “108 metros. A new working class hero” (2018). Con “Amianto” ha ganado el Premio Especial del Jurado Grotte della Gurfa y el Premio al Toscano del Año y con “108 metros. A new working class hero”, el Premio Ultima Frontiera.

Hoja de Lata es una editorial asturiana independiente especializada tanto en nuevos autores como en literatura contemporánea. “Amianto” tiene una extensión de 208 páginas en encuadernación rústica y la traducción corre a cargo de Francisco Álvarez González.

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Natalia Calvo Torel
Escribo, transcribo y traduzco cuando no estoy aspirando pelos de mis gatos, aunque de verdad soy arqueóloga medievalista y voluntaria como arqueóloga en la Asociación Para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). Trabajo en la Semana Negra de Gijón y os cuento mis historias en Fantasymundo desde 2005. A veces logro que la pila de libros pendientes baje un poco, aunque necesitaré una casa nueva en breve. ¡Aúpa ahí!

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