Netflix y las series de televisión llevan unos cuantos años disfrutando de su época dorada, así que no es de extrañar que la compañía creara su propio universo de superhéroes Marvel en 2015 con Daredevil, el primer personaje en mostrarnos la cara sombría de Nueva York en la pequeña pantalla.
Ahora, tras su paso estelar por la segunda temporada del superhéroe, Frank Castle (conocido como «el Castigador» en el mundo del cómic español) prepara su armamento militar más pesado para aterrizar de nuevo en la plataforma, esta vez en solitario. Y sí, puede verse de forma independiente al resto de series de Marvel y Netflix, aunque hay algún pequeño spoiler de Daredevil.
Steve Lightfoot, el showrunner de The Punisher, vuelve a atormentar al justiciero con la muerte de su familia, esta vez enfrentándolo a una conspiración militar de la que fue víctima durante su servicio en Kandahar. Contará con la ayuda de David Lieberman, un analista informático que tiene tantas razones como él para desenmascarar las intrigas de los altmos mandos, y Karen Page, que intentará aportarle la voz racional que necesita. Por su parte, la agente Madani comenzará una investigación para encontrar a los culpables de la muerte de su antiguo compañero, torturado y asesinado en Kandahar.
Y por razones como esta The Punisher deja espacio al diálogo (y a los chistes malos de hípsters). El ritmo de los primeros episodios es pausado y tan solo cede alguna que otra escena a las armas automáticas y semiautomáticas de Frank Castle, aumentando, eso sí, las dosis de acción a medida que se acerca el desenlace. Esto no debería suponer un problema si se hace bien, pero The Punisher no siempre lo hace bien. La violencia del personaje resulta abrumadora en algunas ocasiones, sobre todo cuando Castle se abre camino a cañonazos entre un montón de extras dejando matanza tras matanza a su paso y una satisfacción contradictoria en el espectador ante su cuestionable método de hacer justicia.
Porque sí, la violencia es excesiva y gratuita, y eso empaña muchos de los temas que quiere tratar, como las secuelas de la guerra en los veteranos, la corrupción en los altos mandos y la actitud parafascista de Frank Castle pese a su implacable moralidad. The Punisher se olvida demasiado de profundizar en algunos aspectos que podrían haberla convertido en una mejor serie por ofrecer un espectáculo armamentístico y sangriento que se acaba volviendo repetitivo.
Aun así, el carisma de sus personajes e interpretaciones la mantiene en pie. Jon Bernthal encaja más que a la perfección en el papel de Frank Castle. Ya conquistó en Daredevil y ahora lo vuelve a hacer acaparando toda la atención. Amber Rose Revah y Ebon Moss-Bachrach cumplen con creces en los papeles de la agente Madani y Lieberman, que son la otra pareja de personajes principales con Billy Russo, interpretado por Ben Barnes.
El resultado es una serie bastante entretenida que está a la altura del resto de colaboraciones entre Marvel y Netflix, y que continúa en la misma línea que la trama de Frank Castle en la segunda temporada de Daredevil. ¿Podría haber sido mejor? Sí, pero no hay que olvidar que esto puede ser el principio de una serie de temporadas que, si quieren mantener o aumentar la calidad, deberán cambiar la fórmula y profundizar un poco más en el personaje de Frank Castle.
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