En el año centenario de Stanisław Lem (1921-2006), Impedimenta nos trae como regalo la traducción al castellano de un, hasta ahora, inédito en nuestra lengua: ‘El profesor A. Dońda’ (Impedimenta, 2021). Un relato breve, de noventa páginas, que, además de ahondar en la figura de su ya eterno personaje Ijon Tichy, nos deja una de las reflexiones antropológicas más profundas y evidentemente pesimistas del maestro polaco. Al cerrar este libro dan ganas, francamente, de echarse la manta a la cabeza y esperar al apocalipsis.
El profesor Harley Pombernack, alias Affidavit Dońda, alias profesor Dońda, es un científico cuya vida surge y evoluciona a partir de la casualidad y del “error”; dos realidades éstas mucho más próximas entre sí -si no coincidentes- de lo que su habitual trato diferencial deja entrever. Sobre esta base, la ficción de Lem nos presenta a Dońda como un protagonista antagónico respecto de una humanidad que, fóbica ante el error, ha hecho de las creencias pseudoreligiosas y de la ciencia de la causalidad un “pensamiento mágico”, justo, para evitar y huir del error en una carrera, no obstante, condenada al fracaso.
Entre sus locas investigaciones, el profesor Dońda descubre una “ley” según la cual toda la información, también la digital, posee un peso y, por tanto, también un límite a partir del cual ese peso la convierte en insostenible. La humanidad, entregada irracionalmente a la generación y el análisis constante de datos, se acerca al umbral a partir del cual el futuro técnico resulta inviable. Sin embargo, la comunidad científica responsable de analizar sus hipótesis y cálculos y conclusiones, prejuiciosa y entregada a su pensamiento mágico, se ríe y se mofa de él… justo hasta el momento en que descubre que ya es demasiado tarde.
Dońda es la antítesis a todo este mundo. Por eso su relación es compleja: entre tanta casualidad y error y caos, la suya es una carrera de éxito dónde en toda situación siempre parece caer de pie. ¿Su secreto? La adaptación a las nuevas circunstancias que le van saliendo al paso. Una “adaptación” que conecta, en una relación brillante de los discursos y los acontecimientos, con la teoría de la evolución, con el “progreso” de la naturaleza y de la humanidad en toda su riqueza y capacidad de supervivencia. En este sentido, Dońda se convierte en un símbolo, en una representación de cómo la humanidad se ha desviado del “progreso” sostenido en la naturaleza, para tomar el camino del “progreso” a través de la tecnología.
El tono pesimista de Lem es permanente a lo largo de todo el relato pues, desde el mismo comienzo, sabemos que esta historia no va a acabar bien. Aquí es dónde se conecta con la “novela de ideas”, obligándonos a seguir con calma la evolución de la trama como si fuese una relación de sucesos respecto a la decadencia de la civilización humana y su posterior (e inevitable) caída. Aquí la persona lectora es quién puede sacar sus propias conclusiones, quién puede interpretar cada suceso a la luz de sus propias opiniones, pero también sabiendo que cada suceso es un paso más hacia un fin cerrado e indiscutible.
Lem conecta también con los discursos humanistas de reconexión con la naturaleza, entendiendo “lo natural” no en términos pseudoespirituales (como mucha de la literatura new age actual hace a la luz, sobre todo, de la obra de Henry David Thoreau) sino en un sentido estrictamente biológico: dejando que la vida siga su curso o, por lo menos, no substituyendo la vida por otro tipo de intervenciones desprovistas de cualquier ética o moral. Porque Lem no era un hombre religioso, de hecho aquí también rechaza de forma bastante explícita la intervención de “la fe”, pero sí era un hombre clara y sólidamente moral; como toda su obra atestigua.
Literariamente la pieza no es una joya de orfebrería, pero sí es entretenida y tiene momentos de delirante satisfacción lectora e indiscutible sátira autoral. Como el planteamiento inicial nos deja claro, entramos en una lectura hecha para ridiculizar a toda una civilización y, de paso, proponer una alternativa a un camino, por otra parte, considerado inevitable. Para Lem, aunque la alternativa al desastre es evidente, la vuelta atrás respecto a la actual decadencia tampoco parece una opción. Estamos perdidos, de una forma u otra, antes o después.
Este punto respecto a la inevitabilidad de la caída civilizatoria, el pesimismo antropológico, la crítica al “tecnificismo” de la humanidad, y la propuesta de una vuelta a la “casualidad” (o al “error”) que deje la “causalidad” limitada al proceso científico y su método, es el punto de debate más interesante del texto.
‘El profesor A. Dońda’ (Impedimenta, 2021) es un regalo editorial que, más allá de lo literario, tiene puntos de interés que lo hacen una lectura recomendable tanto para los fans de Lem como para el público general. Además, es un texto que demuestra con claridad meridiana la enorme potencia del género de la ciencia ficción en cuanto análisis especulativo sobre el futuro que nos espera; mucho más eficaz, además, que cualquier visita al psicólogo o al adivino de turno.
Lem es una medicina más que contrastada, e incluso barata, contra el dogmatismo y la ignorancia. Léanlo.
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