La película elegida para inaugurar la 59 edición del Festival de Cine de Gijón/Xixón es esta historia dirigida por Mike Mills («Thumbsucker», presentada en el FICX 2006). Joaquin Phoenix interpreta a Johnny, un periodista que viaja por todo el país entrevistando a niños y adolescentes para elaborar un extenso estudio que refleje la visión que tienen sobre el mundo y la realidad que les rodea, sin filtros ni condicionamientos. Mientras está embarcado en este proyecto recibe una llamada de su hermana: su marido sufre graves problemas mentales y ella debe enfocarse en ayudarle, por lo que pide que cuide de Jesse, su hijo y sobrino de Johnny.
Lo que en principio iban a ser unos pocos días se transforman en semanas, y, ante la necesidad de volver al trabajo, Johnny toma la decisión de llevarse consigo a Jesse. Ambos inician un viaje en el que progresivamente se irán conociendo y entendiendo el uno al otro, enriqueciendo sus vidas y ampliando su visión del mundo. Jesse es un niño tremendamente despierto e inteligente, con un cerebro revolucionado y ávido de conocimiento y respuestas, lo que supondrá un reto constante para alguien como Johnny, acostumbrado a una vida solitaria y tranquila. Sin embargo, entre ambos se establecerá una relación estrecha e inquebrantable.
En su nueva película, el director Mike Mills aborda nuevamente una serie de temas que ya le son familiares: el proceso de crecimiento y maduración, el paso de la infancia a la vida adulta y cómo la relación con los demás, especialmente con los adultos, condiciona este proceso. Sin embargo, lo que en películas anteriores como “Thumbsucker” cristalizaba en un trabajo fascinante y destacable, gracias a unos personajes memorables inmersos en una historia original y entretenida, aquí deviene en una obra más plana e intrascendente.
Muy bien actuada, desde luego, porque no se le puede poner el más mínimo pero al trabajo de Joaquin Phoenix, Gaby Hoffmann como madre superada por los acontecimientos o al pequeño Woody Norman, estupendo en su interpretación y perfectamente creíble y natural en todo momento. Pero, aunque la película puede provocar intensas emociones en el espectador, la sensación a la larga es un frustrante dejà vu. Por muy bonito que sea el envoltorio, con ese blanco y negro que desnuda «C’mon C’mon. Siempre adelante» y la reduce a su esencia. Un decepcionante bluff de un director que podría haber dado mucho más.
Como conclusión, no quiero dejar una impresión abiertamente negativa. «C’mon C’mon. Siempre adelante» es ciertamente emotiva y fascinante, y no tiene por qué provocar las mismas sensaciones ni dejar el mismo poso en todo el mundo. Os animo a verla y que dictaminéis vuestro propio veredicto.
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