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Vladivostok Circus, de Élisa Shua Dusapin: una pequeña delicia sobre la mente humana

“El olor a azúcar ha sustituido al de los animales. Me he instalado en la última fila. Una columna me oculta la pista. Si me inclino a la derecha, la veo mejor. Mi sitio era mejor, pero lo he cambiado con un niño cuya madre quiso regalarme sus palomitas para darme las gracias. No las quise aceptar porque el niño se puso a gritar”.

Argumento

El Vladivostok Circus está a punto de clausurar la temporada de verano y cerrar para preparar los nuevos números que presentarán al año siguiente. Sin embargo, durante esta etapa, tan solo permanecen en el circo Anna, Nino y Antón, aunque este año contarán con la presencia de Nathalie, una diseñadora de vestuario que cuenta con poco tiempo para preparar los trajes que llevarán al trío al concurso internacional de Ulán-Udé.

Cuando las gradas se vacían y el silencio inunda la carpa y la intensa vida de este circo permanente se desvanece, los protagonistas de esta novela se tendrán que enfrentar a sus miedos mientras ensayan para la competición más importante. Unos rememoran su pasado en el circo; otros, los accidentes que lastraron muchas carreras, y todos esperan, con los días cortos y menguantes de Vladivostok, a que por fin llegue el día de coger el tren y salir al campeonato.

La novela

Èlisa Shua Dusapin crea, en las escasas páginas de Vladivostok Circus, una novela íntima y sentimental, que nos habla de las relaciones entre personas que se ven obligadas a convivir y cómo esa convivencia va uniendo o haciendo mella a lo largo de los días, cuando hay poco o nada que hacer en una ciudad apartada del mundo, más en lo personal que físicamente.

A través de un relato en primera persona contado por Nathalie, la atmósfera que nos envuelve, cruda pero con cierto toque mágico para los que recordamos el circo, se va tejiendo la novela y vamos empatizando cada vez más con uno u otro personaje, dependiendo nuestro nivel de humor, nuestras esperanzas en la vida o con quién nos sintamos más identificadas. Al final, el número de Ulán-Udé se convierte en una excusa para trasladarnos a lo más hondo de nuestras relaciones con otros seres humanos, apenas conocidos, para obligarnos a pensar en nuestras reacciones, atrapados en el crepúsculo del verano ruso.

“Anton y Nino me balancean de izquierda a derecha. El movimiento tiene tanta amplitud que el suelo está casi perpendicular. Me suelto los muslos. Permanezco estable. Intento dar un saltito. Anton me anima. Intento uno más grande. La barra me sigue. No la siento. Veo cómo se mueven las gradas a mi alrededor, ni siquiera me doy cuenta de que se están acercando al suelo para que pueda bajar. Cuando mis pies tocan el suelo me derrumbo. Me pongo a reír, caerme en este momento es muy estúpido. Ya no sé sujetarme sola”.

Los circos rusos

El circo como lo conocemos fue estatalizado por Lenin en 1919 para todo el territorio de la URSS. Actualmente bajo el nombre de RosGosz Tszirk, el más antiguo es el del boulevard Tsvetnoy, en Moscú, que se convirtió en permanente ya en 1880. Contrariamente a los circos ambulantes que conocemos en España, por lo general, el Nikulin, por ejemplo, tiene una capacidad de 2.000 espectadores y funciona de manera permanente (incluso se mantuvo activo durante la Segunda Guerra Mundial).

Esta tradición circense es muy importante en Rusia y proviene de la Alta Edad Media, de los skomoroji, artistas variados ambulantes que recorrían las ciudades más importantes ofreciendo su espectáculo. Se cree que su origen está en el Rus de Kiev, en el siglo XI. Aunque posteriormente fueron prohibidos por declararlos blasfemos, a partir del siglo XIX se convirtieron en un entretenimiento popular y protegido por el gobierno. De hecho, el circo en Rusia se considera un arte a nivel de la danza.

En «Vladivostok Circus» nos encontramos con un circo pronto a cerrar su temporada, pero en el que se transmite perfectamente esta historia de los circos en el país, a través de las páginas conocemos su importancia y vemos cómo los protagonistas se desviven por realizar bien sus trabajos, aunque ello implique roces y problemas en sus relaciones.

Dusapin consigue, en esta pequeña novela, transportarnos a un lugar decadente, hacernos partícipes de las penurias y problemas que se presentan a sus personajes pero de una manera sensible e íntima.

La autora

Èlisa Shua Dusapin es una escritora francocoreana nacida en 1992. Ha vivido entre París, Seúl y Porrentruy y su primera novela, “Un invierno en Sokcho”, ganó en 2016 el Premio Robert-Walser y, en 2021, el National Book Award for Translated Literature. Con “Les Billes du Pachinko” se hizo con el Premio Suizo de Literatura en 2019. Otras obras suyas son, la novela “C’était une nuit de fièvre” (2011), los musicales “M’sieur Boniface” (2015) y “Olive en bulle” (2018) y el libro de fotos “Le regard du Lièvre” (2019).

«Vladivostok Circus” se publicó en Alianza Editorial, dentro de la colección Alianza Literaturas, el 2 de septiembre de 2021, cuenta con 160 páginas y la traducción corre a cargo de Alicia Martorell.

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