Mañana, 8 de mayo, se cumplirán 75 años de la capitulación alemana que puso fin a la Segunda Guerra Mundial en Europa. Un momento en el que el siglo XX afrontó su peor barbarie.
A pesar del tiempo transcurrido, el nacionalsocialismo aún ocupa una parcela significativa del debate social y político. Hay sombras de radicalismo que, como la del ciprés, son alargadas.
Veinte años después de aquella capitulación, el NPD, un partido alemán de ideas próximas al nacionalsocialismo, obtuvo un resultado sorprendentemente bueno en unas elecciones de la República Federal de Alemania.
En medio de aquel clima político, Theodor W. Adorno dio una conferencia en la que analizó los objetivos, recursos y tácticas del nuevo radicalismo de derecha de su época. Comparándolo, en sus similitudes y diferencias, con el antiguo.
La conferencia llevaba por título Rasgos del nuevo radicalismo de derecha, y fue pronunciada el 6 de abril de 1967 en la Universidad de Viena. El pensador alemán acudió allí por invitación de la Asociación de Estudiantes Socialistas de Austria.
El lbro que nos ocupa hoy, del mismo título, publicado por la editorial Taurus con traducción de Juan Rabasseda y Teófilo de Lozoya, transcribe sus palabras de aquel día.
Las acompaña un extenso y esclarecedor epílogo de historiador Volker Weiss.
Adorno se apoyó para su exposición en siete páginas de apuntes manuscritos, pero la fuente original a partir de la cual se ha realizado la presente edición corresponde a la grabación magnetofónica de la conferencia, que fue guardada en la Mediateca Austriaca.
Sus palabras de entonces tienen aún vigencia, con un resurgimiento del radicalismo de derecha en Europa y en otros lugares. Su tesis, según la cual esas ideas no fueron realmente erradicadas tras la derrota bélica alemana, parecen confirmarse hoy como entonces: tales ideas pueden resurgir y encontrar seguidores cuando las circunstancias socioeconómicas son propicias.
Símbolos como las banderas o las efemérides conmemorativas se convierten en aglutinadores sociales. Y el uso de la mentira, amplificada con su repetición constante, se convierte en una herramienta útil para alcanzar unos objetivos a los que todo queda supeditado.
Se trata de una retórica que encuentra su público no solo entre la clase media baja en dificultades —como comerciantes y pequeños empresarios, que se sienten amenazados por las grandes corporaciones y la competencia del exterior—, sino también entre sectores de las clases trabajadoras, que también sienten la amenaza a su medio de vida.
Creo que esta es una obra de las que dejan «poso» al lector. Ayuda a mirar de frente a la realidad colectiva del momento, apoyándose en la de otros momentos no tan lejanos en el tiempo.
El lector no ha de compartir necesariamente todas las tesis de Adorno, un renovador pensador marxista. Ni asumir como propias las especificidades de la sociedad alemana de hace más de cincuenta años (concretamente, la de la RFA)
Pero hay en estas páginas principios aplicables a la sociedad europea actual. Y que pueden ser compartidos por todos los demócratas de nuestros días, cualquiera que sea la familia ideológica a la se sientan más próximos.
Para contextualizar el texto de Adorno y sacar el máximo partido a sus palabras resulta importante leer el extenso epílogo de Walter Weiss. Haría mal el lector que lo considerara prescindible y se limitase a la lectura del discurso de Adorno sobre el radicalismo.
Editado primorosamente en cartoné con sobrecubierta, con una sobria pero impactante cubierta, es un libro breve, que no llega a las cien páginas.
Y lo bueno, si breve…
Theodor W. Adorno (Frankfurt, 1903 – Viège, 1969) fue un filósofo alemán de origen judío. Reconocido como uno de los principales miembros de la llamada Escuela de Frankfurt, fue artífice de la Teoría Crítica de influencia marxista.
Sus intereses también abarcaron la psicología y la música, campos a los que dedicó una importante parte de su obra y pensamiento.
En 1933, Adorno, de fuertes convicciones marxistas, abandona Alemania debido a las presiones y el auge del nazismo para residir primero en Oxford y luego en Estados Unidos.
En 1949 volvió a Frankfurt, donde retomó su tarea como profesor en la universidad. Allí escribió sus obras Dialéctica negativa y Dialéctica de la ilustración. Su Teoría de la estética, sin embargo, quedó inacabada.
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