Beatrix Potter (1866-1943) fue una escritora e ilustradora de, entre otras cosas, una serie de libros infantiles protagonizados por un conejo, Peter Rabbit, vestido con una chaqueta azul y zapatos, que actuaba como si de un ser humano más se tratara… no siéndolo, desde luego. Sus aventuras, junto a las de su primo Benjamin Bunny y sus hermanas mellizas Cottontail (Colita de Algodón), Flopsy (Pelusa) y Mopsy (Pitusa) Rabbit han formado parte de la infancia de generaciones de niños, especialmente británicos, desde hace más de un siglo.
Llevar a la gran pantalla a unos personajes, reconozcámoslos, algo acartonados de la época eduardiana, puede que no fuera la mejor idea, arriesgándose además a despertar las suspicacias por no decir las iras de esos niños-ahora-adultos que devoraron los libros de Potter. Quizá por ello la mejor manera era hacerlo actualizando los personajes (o trasladándolos a este siglo XXI), abriendo el público a no sólo los pequeños de la casa, combinando los actores de carne y hueso con otros generados por ordenador y con técnicas de live-action (a lo Gollum pero con animalejos adorables) y usando la voz de actores conocidos para esos personajes, y metiéndole un poco de humor y música a la cosa. El resultado es «Peter Rabbit», película de Will Gluck –corramos un tupido velo respecto su anterior filme: «Annie» (2014)– para todos los públicos e ideal para un fin de semana o una Semana Santa en ciernes.
Podría resultar todo esto un poti-poti u olla podrida de digestión algo pesada si uno no tiene las ideas demasiado claras o se deja llevar por una idealización excesiva de los personajes de Beatrix Potter, probablemente bastante desconocidos para los niños españoles. Pero si la voz del conejo protagonista la pone James Corden –Dani Rovira en la versión española, pero servidor vio la película en versión original subtitulada… y lo agradece; qué pésimo trabajo suelen hacer los actores españoles poniendo voces en películas de animación o similares)–, bien secundado por Margot Robbie (Flopsy), Daisy Radley (Cottonnail) y Elizabeth Debicki (Mopsy), la cosa pinta mucho mejor.
Corden, tipo simpaticote que siempre logra provocar más de una carcajada en su programa de late show en la estadounidense CBS, actor y cantante, logra darle al personaje ese tono algo gamberro que probablemente necesitaba para hacerlo atractivo en estos tiempos: alguien travieso, algo pasado de vueltas y que necesita un tirón de sus largas orejas. El personaje se adapta al estilo desenfadado de Corden y ello ya predispone al espectador ya adulto a ir a una sala de cine. Esto en cuanto a las principales voces de los personajes recreados por ordenador: toda un arca de Noé animal, con un cerdo atildado que no logra esconder su naturaleza, una erizo curiosona (voz de la cantante Sia en el original), una rana pescadora, un zorro exhibicionista, una oca algo despistada, un ciervo abducido por las luces de los coches, un ratón cicerone de la ciudad de Londres y así hasta un buen montón de animales que dejan la mansión del señor McGregor hecha un desastre.
Gleeson aporta un toque de cierta villanía (ya sabe el espectador de entrada que en realidad no es el malo de la película y que al final acabará haciendo buenas amigos con la pandilla conejil, pero eso es lo de menos) y de humor con trazas de slapstick, erigiéndose en el rival de Peter Rabbit, su némesis particular. Con una previsibilidad a la que nos hacemos a la idea de buena gana, la película muestra la sucesión de perrerías (¿o “conejadas”, quizá?) que el muchacho humano y el héroe de orejas largas se van dispensando, provocando carcajadas y un buen rato de diversión de manera muy amable (a pesar de las maldades que se dispensan mutuamente). Esta no es una película de grandes alardes narrativos y tampoco puedes hacer demasiado a partir de unos personajes actualizados al Londres actual, que no es el de la época de Beatrix Potter. Como decíamos antes, mejor no sulfures a los lectores infantiles (ahora adultos) de los libros con los personajes de Potter. Ponle canciones, a cargo de una improvisada banda de pájaros, pero sin agobiar a lo Disney; échale humor y buen rollo a partes iguales; lúcete con las secuencias de persecución o integrando a esos personajes generados por ordenador entre la muy humana capital londinense; y sobre todo preocúpate de hacer un producto digno que niños y adultos puedan disfrutar por igual. Si lo haces así, y parece que Gluck y su equipo lo han logrado, tienes el éxito asegurado.
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