Cuando la fórmula funciona, repetirse es legítimo; pero si la fórmula no funciona o empieza a agotarse, incidir en lo mismo es un suicidio. Este segundo caso es el de ‘Los ríos de color púrpura’ (Calle 13) cuya tercera temporada, siguiendo los mismos manidos caminos de las dos anteriores e insistiendo en sus temas y esquemas narrativos, resulta tediosa -e incluso previsible- desde sus primeros minutos.
Si podemos fiarnos del primer capítulo de los tres que forman esta temporada, y que es el único emitido hasta ahora, la progresión de la serie no parece que vaya a ser demasiado halagüeña: su guion es una estupidez supina y su dirección simple como un botijo. Dos elementos catastróficos que, combinados, hacen que el final sea deductible prácticamente desde el comienzo. Veamos cómo es posible.
En cuanto al guion, la obligatoriedad de las tramas de moverse alrededor del misterio para que la serie conserve “su esencia”, se miniaturiza aquí a tal extremo que nada parece querer moverse fuera del misticismo católico (apabullantemente predominante en el conjunto) y la astrología occidental. Autoimpuesto este estricto límite, los elementos originales con los que se juegan son tan escasos que su gestión debería ser, para resultar entretenida y atrayente, inteligente y sagaz. Pero no, todo lo contrario. Los guionistas optan por hacer parecer misterioso algo que no lo es, por hacer que ignoran elementos que son de conocimiento público, regalándonos momentos y diálogos vergonzantes, y enrevesando innecesariamente una trama a ojos del espectador evidente desde el inicio.
Sumado a esto, la dirección nos regala planos y secuencias que, lejos de enrevesar las cosas para aumentar la intriga, nos las hacen tan claras y cristalinas que no albergamos dudas, antes incluso de llegada la hora, de cómo será el final. A la dirección del episodio, sin duda, un suspenso clamoroso, pues ha sido capaz de empeorar con su nefasta ejecución un guion ya básico de por sí.
Ni siquiera podemos agarrarnos a los dos carismáticos protagonistas. El comisario Pierre Niemans (interpretado por Olivier Marchal) y la teniente Camile Delaunay (Erika Sainte), parecen importar menos que nunca. Sus vidas se encuentran en un stand by que, si evolucionasen algo en los dos capítulos siguientes, no sé hasta qué punto podría presentarnos una evolución creíble… cuando no aprovechas las oportunidades que tienes, normalmente, lo acabas pagando.
Dicho esto, me prometo a mí mismo no ver ni uno más. Se acabó.
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vale que no es una obra maestra...pero entretiene.....cosa que es de lo que va esto....entretener.....su critica si es un despedazamiento absurdo.