Cine y TV

“El Escuadrón Suicida”: espectáculo delirante y salvajemente entretenido

Cuando en 2016 se estrenó “Escuadrón Suicida” dirigida por David Ayer, su formidable marketing y su posterior éxito en taquilla hacían presagiar que estábamos ante la respuesta perfecta  de DC a los Guardianes de la Galaxia de Marvel y James Gunn: un grupo de personajes peculiares, vistosos y no del todo (o nada) heroicos, protagonizando una película con un fuerte elemento musical. Sin embargo, las críticas fueron abrumadoramente negativas. Después de algunos vaivenes, polémicas, spin-offs, despidos y re-contrataciones, aquí estamos. Han tenido que pasar cinco años para que su secuela (que realmente no es tal) llegue a nuestras pantallas y no es otro que James Gunn quien la dirige, porque los giros de guion no son solo cosa del cine.

A priori era la combinación perfecta. El equipo de villanos parecía ideal para las sensibilidades artísticas de Gunn. ¿Lo era? Después de ver “El Escuadrón Suicida” (no nos vayamos a olvidar del artículo) puedo decir tajantemente que… Sí. Sin peros. Su visión original, excesiva y salvaje convierte a esta película en un entretenimiento puro, desatado, en una locura absoluta y exhilarante. La clasificación R, no apta para menores (ni para nadie con estómago sensible o que no esté preparado emocionalmente para sufrir por varias aves… conviene ir mentalizado), proporciona la libertad necesaria para presentar a los personajes sin diluir, en toda su villanía y mala leche.

La trama es sencilla, no muy diferente en términos generales de la de la entrega anterior, a la que sin embargo supera (y por mucho) en calidad. Bajo las órdenes de Amanda Waller (Viola Davis) un grupo de supervillanos que cumplen condena en la prisión Belle Reve forman Task Force X para llevar a cabo misiones suicidas. Esta vez son enviados a una isla del Caribe, Corto Maltese, donde ha tenido lugar un golpe de estado. El nuevo gobierno militar supone un peligro para los intereses de Estados Unidos, ya que ahora tienen en su poder algo muy peligroso.

Si bien la trama es simple, los diálogos, las actuaciones y el apartado visual la elevan. El humor abrasivo e irreverente del film no siempre funciona, pero consigue su objetivo la mayoría de veces, lo que es todo un logro. La música complementa al resto, en lugar de ser intrusiva, y las secuencias de acción son, por lo general, creativas y espectaculares.

Con el DCEU patas arriba desde hace tiempo, “The Suicide Squad” sale victoriosa con una historia contenida e independiente, solo tangencialmente integrada en el universo del que forma parte. Algunos actores repiten (Joel Kinnaman es de nuevo Rick Flag, por ejemplo), mientras otros debutan (destacan Idris Elba, Daniela Melchior, David Dastmalchian y Peter Capaldi)

Margot Robbie encarna por tercera vez a Harley Quinn, ofreciéndonos su mejor versión: menos cargante y menos sexualizada (irónico, pues esta vez tiene una escena de sexo), aunque igual de imprevisible, desquiciada, divertida y sí, temible. Robbie sabe cómo dominar la pantalla, pero al contrario de lo que ocurría en “Aves de presa” (2020), su presencia no eclipsa al resto. Esta es una película coral, en la que cada miembro del equipo tiene su ocasión para brillar.

El extenso elenco da lo mejor de sí para dotar de carisma tanto a protagonistas como a secundarios, que en algunos casos no pasan de cameos glorificados con breve diálogo (como los papeles de Taika Waititi o Nathan Fillion), pero todos ellos dejan su marca. Son un grupo colorido y extravagante, como si el reto fuese sacar de las páginas de los comics a los villanos más absurdos y, en apariencia, inútiles, para adaptarlos lo más fielmente posible, sin que todo el conjunto se derrumbe bajo el peso de su ridiculez.

Brutal y sangrienta, el Escuadrón Suicida tiene también un lado tierno y entrañable.

Que sean estrafalarios no quita que se trate de criminales, y asesinos. El nivel de violencia del film está a la altura de sus delitos y no nos permite olvidarlo. Han hecho cosas terribles antes y, durante las más de dos horas que dura la película, tendrán oportunidad de hacer muchas más. Brutal y sangrienta, no gustará a todo el mundo, pero esa también es una de sus virtudes. Es fiel a su origen y premisa, sin intentar agradar moderándose. Y a pesar de todos los excesos y las manos manchadas de sangre, también hay un lado tierno y entrañable. Bajo los escombros y las entrañas, el color desbordante y los orígenes disparatados, late un corazón.

Mención especial para Ratcatcher 2 (Daniela Melchior) y su rata Sebastian, que es adorable y el personaje cuya supervivencia más me importaba, para qué negarlo. También para Starro, el principal y más poderoso antagonista al que el equipo deberá hacer frente, mucho más inquietante y perturbador de lo que su aspecto le da derecho a ser. Sorprendentemente, también me genera compasión. Y todo esto sin dejar de ser una estrella gigante.

La estética comiquera está por todas partes, desde el vestuario a los textos en pantalla. Se mezclan escenarios mundanos y habilidades extrañas, política internacional y tiburones parlantes, comedia y drama, surrealismo y cruel realidad. Todo junto y revuelto, dando como resultado un festín visual. ¡Y sin filtro amarillo en las calles de una ciudad hispana! El tono guarda similitudes con «Deadpool» (2016), pero la diferencia en el presupuesto se nota.

El guion, tan hilarante como certero, incluye una crítica feroz al intervencionismo estadounidense.

A nivel narrativo, algunas piezas no llegan a encajar del todo bien, sobre todo cuando entra en juego la resistencia de Corto Maltese o la subtrama del General Luna (Juan Diego Botto). Sin embargo, el absurdo imperante nos lleva a aceptarlo y no darle demasiadas vueltas al asunto.

La película incluye una crítica mordaz y feroz al intervencionismo estadounidense. Estas políticas, tristemente de actualidad, son cuestionadas de frente y añaden un nuevo matiz de gris a la hora de juzgar la moralidad de unos y otros, aliados o enemigos, héroes, villanos o nada de lo anterior. Peacemaker (John Cena), como un oximorón humano con casco brillante, personifica el problema y la hipocresía de buscar la paz a través de la muerte y la destrucción. El guion, tan hilarante como certero, consigue insertar su mensaje con naturalidad.

“El Escuadrón Suicida” no se anda con miramientos, ya sea delante o detrás de las cámaras, y es de agradecer. Prueba que el género aún tiene mucho que ofrecer, siempre y cuando se permita dar rienda suelta a la creatividad.

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