Un equipo de investigadores de la Universidad de Cardiff, en colaboración con un investigador de la Universidad de Bristol, descubrió que el cerebro humano responde a la presión de manera similar a la gelatina, y que puede romperse más fácilmente que el poliestireno. En su artículo publicado en Journal of The Royal Society Interface, el equipo describe el entrenamiento de un algoritmo de aprendizaje automático con datos de resonancias magnéticas para aprender más sobre cómo responde el cerebro al ser tocado por implementos quirúrgicos.
Investigaciones anteriores han demostrado que las mediciones de la reactividad del cerebro a los instrumentos quirúrgicos no siempre coinciden con las pruebas que utilizan órganos de personas fallecidas. Esto, señalan los investigadores, se debe a que el tejido cerebral comienza a cambiar en el momento en que una persona muere.
Para aprender más sobre las propiedades físicas del cerebro, los investigadores escanearon los cerebros de voluntarios acostados boca abajo en una máquina de resonancia magnética y nuevamente acostados boca arriba. Esto reveló cómo el cerebro se deforma en tales condiciones. Luego entrenaron un algoritmo de aprendizaje automático con los datos resultantes. Comparó los niveles de rigidez de la materia cerebral entre individuos a medida que sus cerebros cambiaban ligeramente de forma debido a cambios en la presión gravitacional. Esto permitió que el algoritmo aprendiera sobre la capacidad de recuperación del cerebro en varios escenarios.
Los investigadores encontraron que la materia cerebral puede colapsar hasta 10 veces más fácilmente que los envases de espuma de poliestireno. También descubrieron que su capacidad para empujar hacia atrás contra una fuerza que lo empuja hacia un lado era solo una milésima parte de la de un bloque de caucho típico. Comparan su factor de blandura con el de la gelatina.
Finalmente, descubrieron que los tejidos que conectaban las partes del cerebro también eran suaves, lo que, según sugieren, puede ser la forma natural de evitar que el cerebro se mueva demasiado repentinamente.
El equipo sugiere que sus hallazgos ofrecen a los neurólogos nueva información que podría resultar útil durante las operaciones quirúrgicas, y señala que sus mediciones de la fragilidad de las partes del cerebro son mucho más precisas que las que se han logrado mediante pruebas en cadáveres o cortes de muestras en frascos.
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