Son Goku 4Casi podría decirse que el cuarto tomo de Son Goku, el héroe de la ruta de la seda conforma realmente el inicio de esta serie de Kazuo Koike y Gôseki Kojima basada en el clásico chino Viaje al oeste. No se trata de que la historia haya ido lastrándose durante tres volúmenes, ni siquiera que el manga empezara in media res y estuviera realizando un flashback en esta entrega. Las desventuras de nuestros protagonistas acompañando a Kannon resultaron tan desastrosas que la propia diosa no tuvo más remedio que resetear el espacio tiempo, dando un nuevo inicio y una nueva oportunidad a Son Goku y sus compañeros.

Ya vimos esta nueva encarnación del rey mono al finalizar del anterior volumen, cuya búsqueda de su propio nombre y su excéntrico aprendizaje del Tao le van convirtiendo poco a poco en el personaje que ya conocíamos.

Es el turno del demonio cerdo Hakkai, que verá su destino truncado debido a la intervención del imprudente Son Goku. Éste, flotando a la deriva en el cosmos, se agarra a la nube del Mariscal de los juncales celestes por pura curiosidad, justo en el momento en el que el personaje de insigne título está siendo embaucado por Jôga, dama de la Luna, para que mate a la divina Reina madre del oeste a cambio de su amor.  La Reina madre del oeste no es otra que la que cuida de los jardines de melocotoneros, aquellas frutas que, cual maná o ambrosía, otorgan la divinidad y la longeva vida a los seres del cielo. Unas frutas bastante deliciosas para un ávido y glotón mono como lo es Son Goku.

Son Goku 4Sin embargo, nadie puede hacer frente a la todopoderosa Reina y aún menos al Emperador de jade, por lo que la caída y la maldición son la única salida posible para el Mariscal de los juncales celestes, que descenderá a la tierra y se verá renacido en forma de cerdo. La desventura continuará cuando Son Goku, en un intento de ayuda al mariscal en forma porcina, convenza al General que levanta la cortina para que robe el espejo del Emperador de Jade y lo use para crear una nube voladora para su compañero maldito. Los espejos son objetos singulares de la mitología del este, como en el caso del Yata no Kagami japonés o los espejos de bronce chinos con representaciones de Xen y del Tao.

Sea como fuere, el joven mono de piedra Goku es un liante total y mete en problemas a todos a los que se cruza por el camino. El propio General que levanta la cortina será también castigado y destronado al mar, donde se convertirá en Gojô el kappa. Mientras, Goku se irá convirtiendo en un ser cada vez más poderoso y peligroso debido a la ingesta de los melocotones mágicos, e incluso se enfrentará a su maestro taoísta.

Pero el resto del volumen prestará atención a la historia de Hakkai el cerdo, al igual que en el anterior se relató los inicios de Goku. En la segunda parte de Mi nombre es Hakkai contemplaremos las penurias del cerdo volador, al que intentarán cazar para comer, le tratarán como una atracción de feria y una mascota… hasta ir convirtiéndose en el bravo y lascivo guerrero que aparece en el Viaje al oeste. Las penalidades, el patetismo, los actos carnales que rozan la zoofilia (sino fuera un ser del cielo maldito…), las extrañas luchas de un cerdo en armadura conformarán un relato de extraña superación del teriomorfismo sufrido. Ya conocemos ideas similares en el mito griego de Licaón, en el Obake y otros yokais japoneses, en la ópera china de Madame White Snake o incluso en la metamorfosis kafkiana, por citar unos pocos ejemplos del extenso mitema folclórico.

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Aún con la dificultad que entraña conocer y apreciar las referencias mitológicas chinas en este manga (y en el libro original), hay que reconocer que Kazuo Koike nos ofrece una historia cuya fantasía resulta cada vez más interesante. El origen de los protagonistas, maldición, transformación y superación incluidas, supone un tema universal que, aderezado con las leyendas chinas, la picaresca y el patetismo de estos animales antropomórficos, conciben una fábula consistente y divertida con la que dejamos atrás el ya superado viaje monótono de los primeros tomos (aunque este tuviera sus puntos fuertes). Hemos pasado de ver a Son Goku y los suyos haciendo travesuras y maldades a saber precisamente por qué son así y qué penalidades han vivido hasta transformarse en demonios antiheroicos y desventurados.

Es cierto que no podemos buscar un impecable mecanismo de relojería narrativo en un guión que bebe de los mitos y sus sucesos inexplicables y nada consecuentes y no en la obra cerrada de la ficción contemporánea. Los sucesos fantásticos e inusuales narrados nos causan perplejidad, sin saber si debemos reírnos o tomarnos en serio una historia que no es burla ni drama, sino algo más profundo y atávico.

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Gôseki Kojima, como siempre encargado de los pinceles y tintas, vuelve a dotar de escenarios fantásticos propios de la cultura china en estas páginas. Jardines de melocotoneros divinos, espacios siderales cercanos a la vía láctea, castillos imposibles en montañas que asemejan más a columnas de roca… es extraño imaginar que el estilo realista de este mangaka case tan bien con dioses, monstruos, animales antropomórficos y batalles de poderes mágicos, pero, pese a la sorpresa, consigue aunar todo sin que chirríe y sin perder un ápice de su trazo personal.

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Seguramente en el próximo tomo asistiremos a la historia del kappa Gôjo y quizás a la transformación del soberbio dragón Ryûhaku en un caballo. Sea cual fueren las fantásticas aventuras que nos cuente el Dúo Dorado en la siguiente entrega, disfrutaremos de esta inusual y picaresca historia del folklore chino.

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M. G. Villarrubia
Arquitecto enamorado del cómic, la literatura, la música rock y el arte en general. Además de ser organizador del Festival Manga de Cádiz, investiga y realiza conferencias sobre japonología.

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