El pasado 19 de octubre nos hacíamos eco de la publicación del último Premio Minotauro; un referente mundial en la literatura de género fantástico en lengua española concedido por  este sello editorial perteneciente al Grupo Planeta. Al igual que su hermano mayor, la repercusión de este galardón es tal, que cada año los aficionados esperamos saber quién es el vencedor y cuál es la temática que ha rendido al Jurado. En esta decimocuarta edición del premio, los integrantes han sido Adrián Guerra, Manel Loureiro, Ángel Sala, Marcela Serras y Javier Sierra, quienes en junio se decantaron por un thriller de ciencia ficción. La entrega tuvo lugar durante la 50ª edición del Festival de Sitges, liturgia que se repite por cuarto año consecutivo, uniendo a estos dos certámenes.

Pablo Tébar Goyanes (Madrid, 1976) ha dado en la diana: Primera novela y trofeo. Pablo es hijo de la actriz Conchita Goyanes (quien nos abandonó hace poco y Pablo le dedica el libro) y el guionista Juan Tébar. Buen caldo de cultivo este para que los dos hijos del matrimonio se inclinaran por las artes escénicas. Rebeca Tébar está siguiendo los pasos de su madre y Pablo estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad Complutense de Madrid para empezar a trabajar como auxiliar de dirección antes de pasarse al guion. De 1996 a 1999 trabajó como guionista en la serie «Médico de Familia». Ha escrito, también, para «El Comisario», «Periodistas», «Un paso adelante», «El Grupo», «Javier ya no vive solo», «Casi Perfectos», «Los Serrano» y «Mar de plástico». Ha escrito y codirigido el cortometraje “Onán” (2002), que recibió el 1er premio del Festival Internacional de Benicassim, premio al mejor guion del Festival Internacional de Medina del Campoy el premio al mejor guion de “La noche + corta” de Canal+. Ha sido cocreador, guionista y productor ejecutivo en la serie «Herederos» (2007-2009) y coordinador de guion en la serie de Tele 5 «Tierra de Lobos» (2010-2011). Con todo este bagaje, Tébar afrontaba el sueño de su infancia, ser novelista. Y mejor estreno no ha podido tener.

Pablo ha sido muy inteligente. Pisa fuerte desde hace años escribiendo miles de líneas, diálogos, planteando situaciones, hilando tramas e insuflando alma a sus personajes. Es hijo de su generación, por lo que no es difícil imaginárnoslo bombardeado por los fantásticos ochenta y alimentando sus sueños con los ambiciosos noventa en todas las facetas: cómic, libros, películas, televisión, videojuegos… Era lógico que en su mente bullera la idea de una historia con estructura de novela donde fundir todo su imaginario. Para ello, no se complica; tira de estructura tradicional, crea tramas entrecruzadas para mantener la atención del lector y sabe presentarnos a los personajes para que nos imanten. Porque eso es lo que hace esta novela, te atrae disfrutando de una lectura ágil. Una vez más, estamos ante una magistral sencillez. Este libro huele a película, es visual; pero, el autor no nos engaña ya que ha creado un libro para entretener, no para deslumbrar. Vayamos con la historia y ahondemos en ella antes de exponeros mis conclusiones.

Estamos a finales del siglo XXII. La Tierra está en gran medida asolada por los estragos de la Tercera Guerra y la degradación absoluta del ecosistema, habiéndose arrinconado la vida en el norte, allende los Pirineos donde ahora se alza una valla que separa a los citys (ciudadanos que gozan de un mundo libre y desarrollado a pesar de los problemas del depauperado planeta) y los zombis (los parias avocados a mal sobrevivir en un terreno yermo, radioactivo, plagado de enfermedades como el mortal manitú y carentes de recurso alguno tales como el agua o la electricidad).

Es aquí donde León Miranda, un filólogo que no ha triunfado en la vida, parte hacia Marte tras haber firmado un contrato de confidencialidad para un trabajo que ignora. Atrás deja a su mujer Sonia y a su hijo Víctor, con la promesa de su retorno y que esta separación se verá compensada por los yuanes (moneda que observamos impera en esta época) que estabilizarán su maltrecha economía. Por lo tanto, esto lo justifica todo, piensan. Tras el viaje, Leo es guiado, ahora y durante su estancia en Marte, por Candi, el Jefe de Mantenimiento de la Colonia C-2. Marte está siendo terraformado y aunque es necesario el uso de mascarillas de oxígeno, el agua, las plantas y los animales ya están cambiando la configuración del planeta rojo. La Colonia C-1 ya no está activa, pero sí la C-2, donde residen unos cincuenta mil humanos. Todos trabajan por y para los nuevos asentamientos que han de recibir a los futuros afortunados y pudientes que escaparán de una Tierra que se muere y que planifica su abandono. Pero, en este incipiente asentamiento aún se puede regir los destinos de los demás al más puro estilo far west, de tal manera que descubriremos que el alcalde Edgar Edgar es quien está detrás de la contratación de Leo y quien hace y deshace en Marte. Cuando este descubra el cometido que le tienen reservado, será el verdadero inicio de su aventura y desventura, el hilo en torno al cual se tejerá la trama principal del libro hasta su resolución final. La distancia con casa hará que la separación del matrimonio se torne de manera distinta a como la habían previsto; o, quizá no.

En la Tierra, mientras tanto, la teniente Lora Walters, a sus veintiocho años, tiene un respetado historial. Está al frente de la investigación de una serie de crímenes cometidos por el Enterrador, un criminal que no deja huella y que está detrás de una serie de asesinatos que sólo Lora sabrá interconectar. Ella y su compañero, Randall Phillips, seguirán las pistas que nos permitirán descubrir lo que se cocina en la trastienda del mundo desarrollado.

Al otro lado de la valla, en la Tierra muerta, una muchacha, Nunú, trata de sobrevivir junto a su madre Fiona, Fifí. Tras ciertos avatares, el destino de Nunú se unirá al de un narcotraficante caído en desgracia; Félix, el Narco Merchero. Las peripecias de ambos marcan lo extremo de lo que se puede caer en la vida y desde donde ya nada importa, siendo capaz de arriesgarlo todo por salir adelante. Lo haces por ti mismo y por todos los que vas dejando atrás. Una historia impactante, cruda y hasta tierna en medio de tanta desolación.

Estos son los tres ejes sobre los que se apoya la novela. Los escenarios son  matte paintings al servicio del autor para pasearnos entre misterios, algunos ancestrales, y la vida de los personajes que se deshojan capítulo a capítulo, entre metáforas e instantáneas de un futuro que se nos antoja creíble.

Antes os he ampliado la biografía del autor. Era a propósito. La influencia del siglo XX se nota y mucho en Tébar, hasta en su visión especulativa del futuro. Su perfil de Twitter muestra una ilustración de “20.000 leguas de viaje submarino”, muestra de como bebe del espíritu de aventura y asombro que ya se forjó en el siglo XIX. Las imágenes que describe son reflejo de lo que imaginábamos de Marte el siglo pasado; lo pinta con brochazos a lo Bradbury, usa el rojo, verde y azul de Kim Stanley Robinson; si me apuras, podría imaginar la estética de las televisivas «Crónicas marcianas» que se llevó a la televisión en los años ochenta en cuanto a la repetición de los errores de los humanos en uno u otro planeta allá donde estos estén. Pero, si queremos disfrutar del alma de la novela, dejemos que esta nos empape, seamos cómplices con la opera prima de Pablo y no seamos exigentes con el escritor en cuanto a cómo ha tratado la increíblemente rápida terraformación de Marte (ya tienen periódico desde 2103, The Daily Mars), la asombrosa facilidad con la que mueve un millón de personas por el espacio o cómo, para facilitar el argumento, nos plantamos con parcas explicaciones o referencias en una Tierra a finales del siglo XXII donde ha habido una Tercera Guerra y los peores augurios respecto al cambio climático se han confirmado. El libro no persigue una hard fiction. La ciencia ficción aquí es la herramienta empleada por el escritor para trasladar su historia al futuro. Mezcla hábilmente decenas de referencias del género para, según avanza la lectura, poner las cartas boca arriba y ver la intención de la historia. De una manera blanca se nos propone un escenario que no es descabellado. Si no exactamente así, no muy lejano. Es decir, es creíble si no somos rigurosos científicamente. Por lo tanto, con nuestra complicidad, repito, y unos escenarios bien trazados (con lo suficiente) podemos sumergimos en las historias y en sus personajes. Todo lo anterior, dibujado con regla y cartabón, dan un resultado notable. No alcanza el sobresaliente por esa razón, porque el libro (si eres aficionado al género) no te sorprende, sino que te divierte y te entretiene, uniéndose esta historia a otras tantas con buena factura.

Exprimiendo un poco más mis notas, me quedo con el manitú, la presencia siempre de una enfermedad incurable, sea el siglo que sea. Me quedo con Aaron Morgan, ejemplo de como la humanidad sigue necesitando figuras singulares. Me gusta Sonia, ejemplo de una mujer que, al igual que Fiona, son el paradigma de la supervivencia de muchas mujeres en el día a día. Recuerdo a Cándido y a su mujer Josefina, que se hacen querer. Curiosas me parecen las ilustraciones interiores a cargo de Daniel S. Arrauz de The Daily Mars, homenaje marciano a los años cincuenta. Inquietante la elección del yuan como moneda de uso corriente; parece ser que se reafirma el avance chino hacia la supremacía mundial. La figura de Edgar Edgar, que es de manual de villanos. Las colonias, que me recuerdan al boom inmobiliario de principios del siglo XXI. La valla que, desgraciadamente, recuerda a muchas vallas actuales. Me divierte que en una ocasión el autor llame a los robots “tostadores”; os suena, ¿verdad? En el libro hay una máquina que te saca los recuerdos y los humanos llevan una especie de pulsera, botón, que nos sirve para todo: comunicación, identificación, monitorización,… Os suena, también, ¿verdad? A esto sumadle que en la zona libre todo queda registrado, controlado. Y, por último, me quedo con personajes como el capitán Julius Vanila, de la estación espacial. ¡Cuántos capitanes Vanila hay por ahí!

En la enumeración del párrafo anterior he seleccionado alguno de esos ingredientes a los que antes hacía referencia. Pablo Tébar no quería fallar con su primera novela. Escribe para ser leído y sabe crear expectación sin arriesgar, queriendo ahondar o enrevesar la trama. Resumiendo, esta distopía no es nueva; pero, la historia sí y está bien contada, cumple notablemente. Priman tanto el thriller y las relaciones personales en la historia que no aleja este título mucho del Premio Planeta. Javier Sierra (casualmente, miembro del Jurado del Premio Minotauro) también juega a cruzar la frontera de la fantasía al más puro estilo Dan Brown, pero abierto a todos los públicos. Eso se puede concluir con «Nieve en Marte«; un libro para todo tipo de lector que desea disfrutar con acción, con unos personajes que sienten y que luchan por su vida cada día y, por qué no, de un misterio de magnitudes cósmicas. Enhorabuena a Pablo Tébar por su trabajo que recomiendo leer. Esperamos sus nuevos proyectos y, por qué no, una novela donde sea valiente y exprima todo tu potencial no sólo en lo formal, sino en una imaginación que bulle alimentada por infinitas referencias y que debe dejar galopar sin miedo.

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Jaime Santamaría
Economista con alma de escritor. Amante de los viajes, tanto de los que requieren maletas como imaginación. Siempre con ganas de aprender.

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