Horlemonde: viejos formatos en nuevas historiasY siempre es un placer para mí el poder reseñar estos normalmente magníficos cómics que nunca pasan de moda. Este peculiar estilo no pasará nunca de moda. Además, “Horlemonde” es una adaptación al cómic de dos clásicos de la ciencia-ficción francesa: “Les voies d’Almagiel” y “Horlemonde”, escritas a finales de los años 70 del pasado siglo por Gilles Thomas. ¿Cómo llamaríamos a lo que vamos a leer? ¿Es una Space-Opera? ¿Una mezcla de ciencia-ficción y fantasía? ¿Un relato de aventuras en un entorno de ciencia-ficción? De acuerdo, amigos lectores, no es ciencia-ficción “hard”, pero yo considero a esta historia como un digno relato de ciencia-ficción.
   
¿Por qué? Pues porque adapta elementos de los grandes clásicos, como “Dune” (Frank Herbert), “Qué difícil es ser dios” (Arkadi y Boris Strugatski) o toda la trama relacionada con el Ekumen de Ursula Le Guin. Esta historia adaptada por Patrick Galliano con dibujo de Cédric Peyravernay y Bazal nos muestra una historia que puede sonar manida pero que tiene un desarrollo fresco: hace ya más de un milenio que la humanidad se ha extendido por el universo conocido, pero las condiciones de cada planeta han condicionado el desarrollo de las colonias humanas que llegaron allí. Así nos encontramos mundos técnicamente avanzadísimos y otros muchos más atrasados social y tecnológicamente hablando.

Horlemonde: viejos formatos en nuevas historiasObviamente, las sociedades más avanzadas han creado una Cofradía, una hermandad de mundos avanzados que continúa expandiéndose descubriendo nuevos planetas y volviendo a localizar planetas colonizados perdidos. ¿Cómo actúan en esos casos? Pues de manera sibilina: infiltran a un agente que mide su nivel evolutivo y juzga si han alcanzado un nivel considerado digno y compatible con la Cofradía o si, en su defecto, el planeta posee algún tipo de recurso que lo convierta en posible candidato a entrar.
   
Pues bien, Marce es uno de los mejores agentes de la Cofradía, y es destinado a evaluar la idoneidad del planeta Almagiel, un mundo subdesarrollado según los cánones de la Cofradía, un lugar donde aún existe la esclavitud y un sistema de castas (los maestres son los terratenientes, y los esclavos y presidiarios trabajan duro en condiciones precarias para mantener el status quo) , pero en el que existe un recurso que resulta apetecible para la avanzada hermandad de planetas: una hierba acuática llamada “bajimonte”, apreciada por sus capacidades regeneradoras.
   
Marce ha de negociar con las autoridades de Almagiel para que cumplan con los estándares que se exigen en la Cofradía para poder entrar en ella. Y ahí chocan dos posturas: el decano de los maestres tiene una tendencia aperturista, y está dispuesto a renunciar a la tradición esclavista del planeta con objeto de conseguir un bien mayor. Orval, su hijo, atesora ideas más conservadoras muy relacionadas con su ambición y ansias de poder personal. Mientras tanto, uno de los “avales” (esclavos al servicio del maestre), un tal Jatred, demuestra su iniciativa y dotes de liderazgo.
   
Horlemonde: viejos formatos en nuevas historiasNi que decir tiene que cuando el agente de la Cofradía, Marce, baja al planeta identificándose como embajador de la hermandad de planetas avanzados y reúne al consejo de maestres, comienza un juego de intereses políticos liderado por Orval que terminará con los huesos de Marce y de Jatred en la cárcel de Argólida.
   
Y hasta aquí puedo leer: ¿A qué se debe esa trama indigna que ha enviado a la cárcel a dos hombres honrados? ¿Cómo podrán escapar de Argólida, si es que lo hacen? ¿Moverá ficha la Cofradía para sacar de allí a su mejor agente? ¿Cómo se reintegrará JAtred a su vida previa al presidio? Para responder a estas preguntas, querido amigo lector, habrás de leer este tomo de 120 páginas en cartoné que nos ofrece Norma Editorial.
   
En este punto hablaremos del aspecto técnico de la obra. Obviamente, la adaptación de una saga literaria al cómic siempre es una apuesta arriesgada, puesto que el resultado no suele hacer justicia al original, ya que los inevitables cortes en la historia pueden brillar, precisamente, por su presencia, llegando a desvirtuar tanto el ritmo como el objetivo del relato. Lamentablemente, Horlemonde no es una excepción al respecto. Aunque se nota que Galliano conoce bien la obra, y que ha realizado un notable esfuerzo para adaptarla dignamente, no ha logrado una transición entre escenas lo suficientemente armónica. Las transiciones son, a menudo, abruptas, y la “falsa velocidad” del relato redunda negativamente en el desarrollo de los personajes. No con respecto a los principales, con los que empatizamos con facilidad y están bien diseñados y definidos, sino con respecto al amplio plantel de secundarios, que son demasiado arquetípicos, de relleno, sin gracia.

Horlemonde: viejos formatos en nuevas historiasEstán porque tienen que estar, sin más. ¡Pero no le echemos toda la culpa al guionista! Ya dijimos al principio que, pese al desarrollo fresco del relato original, no aporta nada nuevo dentro del género, y los clichés pueden terminar aburriendo al lector.    
 Con respecto al dibujo, Peyraverney hace gala de ciertas cualidades, como el diseño de la atractiva portada, que consigue el objetivo de llamar la atención, así como el acertado diseño de maquinaria, criaturas y personajes. La lástima es que su más que notable trabajo no contribuya demasiado a hacer del transcurso del relato algo más fluido que lo que tenemos entre manos. No obstante, ese dibujo lleno de detalles y muy bien complementado con el color aplicado por el equipo formado por Iban, Makma y Marc Sintés –coordinados por el mismo Peyraverney– consigue que todos pensemos automáticamente en aquellos cómics de ciencia-ficción de los años 80 del siglo pasado abanderado por gigantes de la talla de Moebius y Juan Giménez.

Y, ya que hablamos de este último, el estilo de color y trazo recuerda mucho al distintivo estilo del veterano autor hispano-argentino: los diseños de las máquinas, el color, la expresividad gestual… Y no nos dejemos de lado las criaturas alienígenas del planeta Almagiel: aterradoras y amenazantes, como deben serlo. Tanto las más grandes, como las más pequeñas. El guión no deja un solo representante de esta fauna ficticia sin describir. Visualmente es muy, muy atractivo.
   

Horlemonde: viejos formatos en nuevas historias

Sin embargo, creo que a este volumen se le podría haber sacado un poco más de partido: no habría estado mal el añadir algunos extras, sobre todo teniendo en cuenta que la obra de Eliane Taieb (el nombre real que se esconde tras Gilles Thomas) no es muy conocida en España. Un pequeño prólogo introductorio sobre su obra no habría estado mal y, dado el destacable ejercicio de diseño de criaturas, maquinaria y vestuario, algunas páginas mostrando algunos bocetos y diseños previos habría resultado un atractivo aliciente. A ver, que sí, que el primer volumen de esta obra salió a la venta hace ya casi ocho años, pero eso no tiene que ver.
   
No diré que este cómic me haya entusiasmado, pero su calidad técnica y su aire retro me han encantado, y no deja de ser una interesante adquisición para todos los amantes del género.
   

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