Fuego, de Joe Hill: cuando un apocalipsis por combustión espontánea no es lo que pareceSi has estado este año en el festival Celsius de Avilés, seguramente habrás conocido a Joe Hill, quien presentó su última novela, “Fuego” (“The Fireman” en inglés). Un thriller cuya portada y sinopsis están llenas de promesas y que llegó a España en mayo de la mano de Nocturna Ediciones.

Un señor libro de más de 800 páginas sobre un apocalipsis generado por una enfermedad diseminada por esporas que provoca la combustión espontánea en los afectados. En el cual Harper, una enfermera infectada y embarazada, deberá huir del caos y de los grupos que pretenden exterminar a los enfermos. Para ello recibe la ayuda de un extraño personaje vestido de bombero que no solo no arde, sino que parece utilizar el fuego como escudo para las víctimas… y como arma contra los verdugos.

Casi cualquier aficionado a los thrillers apocalípticos de ciencia ficción se inclinaría ante una premisa semejante. Salvo que, ¿qué hemos aprendido en una vida de lecturas frustrantes? Que las sinopsis son unas farsantes mentirosas. Vamos a ver, Joe: no puedes prometerme caos, destrucción, muerte y gente estallando en llamas y después pasarte medio libro describiendo la tranquila vida de infectada de Harper primero en su casa y luego en un campamento lleno de personas infectadas que han aprendido a vivir con la enfermedad.

Y es que de apocalipsis mundial “Fuego” pasa rápidamente a convertirse en un drama local en el que una pequeña población de enfermos convive con sus dificultades, sí, pero en una armónica comunidad de felicidad y música que contrasta horrores con lo esperado. ¿Dónde están mis antorchas humanas, maldición? De lo que ocurre fuera apenas se sabe nada hasta mucho (muchísimo) después, y el apocalipsis solo funciona como telón de fondo durante buena parte de la novela.

Lo que no quiere decir que el libro deje de ser interesante: las dificultades para conseguir provisiones, la construcción de la comunidad, la convivencia y los placeres a los que los personajes han tenido que renunciar por estar seguros se vuelven los temas principales de una historia narrada con acierto. Hasta que las cosas empiezan a desmadrarse y la trama prende como una llama dispuesta a devorarte.

En cuanto a los personajes, Joe Hill se toma su tiempo para construirlos. No es hasta la mitad de la novela que empezamos a empatizar con ellos, precisamente cuando las cosas comienzan a ponerse verdaderamente difíciles para los protagonistas y secundarios. A partir de este momento, bajo un peligro constante, es cuando se generan lazos fuertes y emotivos entre ellos. En lo personal me han encantado las dos historias de amor que se desarrollan dentro de este marco.

Fuego, de Joe Hill: cuando un apocalipsis por combustión espontánea no es lo que parecePor otra parte, Joe Hill dijo en una entrevista que “Fuego” iba sobre lo que el miedo le hace a la gente, de cómo separa a los seres humanos. Y así es, pues en las páginas del libro vemos una sociedad rota y disgregada por una enfermedad que no saben combatir. A funcionarios aparentemente inofensivos convertirse en psicópatas, o la facilidad con la que una comunidad entera puede transformarse en una horda asesina inflamada por la ira y el terror. Un miedo que protagoniza los momentos más tensos de la narración, pero que no afecta a todos los personajes por igual.

Entre toda una lista de personas que oscilan entre el pánico y la locura, los protagonistas saben sobreponerse y luchar sin perder nunca la esperanza. Una esperanza que el autor pisotea una y otra vez, zarandeándolos sin piedad en una serie de dificultades cada vez más inverosímiles. Dinámica que se repite incesantemente hasta el mismo final, y que llega a ser cansina. Hasta cabrea que los personajes no tengan un puñetero respiro y que nada les salga bien ni una sola vez. Por no decir lo que afecta este continuo tira y afloja a la credibilidad de la historia: ¿qué les pasa a estas personas? ¿Acaso no son humanas? ¿Dónde están las dudas, la debilidad, el tirar la toalla? Nadie puede creerse a un personaje que no se rinde nunca.

Ya hemos hablando de la correcta narrativa de Joe Hill: utiliza un lenguaje cercano, directo, efectivo, que logra mantener la atención del lector incluso en los momentos más densos. Un narrador omnisciente que peca de tirar muchos anzuelos al final de cada capítulo (un recurso del que abusa, pero, para que negarlo, resulta terriblemente efectivo) y un personaje, el del Bombero, cuyos enigmas atraen hasta que la tensión narrativa va subiendo y la trama seduce por cuenta propia.

Pero en cuanto al ritmo y a la estructura el autor falla estrepitosamente, con un primer tercio del libro bastante llano que no cuenta con más que alguna pequeña escena álgida, una segunda parte en la que la tensión narrativa se desborda sin permitirte soltar el libro ni un solo segundo, y un último tercio que se convierte en un farragoso y lento viaje del que apetece saltarse páginas y en el que ya toca descansar después de los hechos acontecidos en las últimas trescientas páginas.

El peor fallo de “Fuego” es que el clímax no coincide con el momento de máxima tensión, sino que sucede después, cuando el lector ya no está en ese estado de interés álgido. Joe Hill alarga innecesariamente la novela un par de cientos de páginas a la vez que reduce el ritmo en una maniobra casi suicida.

Fuego, de Joe Hill: cuando un apocalipsis por combustión espontánea no es lo que parece

Y no podía zanjar la reseña sin mencionar la dura prueba a la que el autor somete la credibilidad de su novela, rozando incluso lo ilógico. Puedo pasar que la terrible enfermedad que asola al mundo reaccione a ciertas hormonas y se vuelva controlable. Pero lo que ciertos personajes pueden hacer gracias a ella roza el género de la fantasía.

Por no hablar de Harper y su embarazo. Es completamente imposible que una mujer en su estado pueda afrontar persecuciones a balazos, intentos de asesinato, continuos esfuerzos físicos, caídas, golpes, pedradas, turbas furiosas o viajes de doscientos kilómetros a pie ya salida de cuentas (por dar solo algunos ejemplos), sin perder al bebé o sin que, al menos, el continuo estrés le afecte física o mentalmente. Pues ella como si nada, y el niño sano como una manzana. En fin.

Sumando errores y aciertos, “Fuego” se queda en un best seller genérico que se deja leer, sin más. Que tiene grandísimos momentos y personajes correctos, con un segundo tercio que rebosa un dinamismo rabioso, pero que tiene taras importantes. Una verdadera pena pues, con un manejo un poco más acertado de la estructura y el ritmo (y trescientas páginas menos) habría sido una novela excepcional.

La traducción corre a cargo de Pilar Ramírez Tello. Puedes comenzar a leer este libro aquí.

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Cris Carou
Profundamente enamorada de las historias y de cualquier formato que sirva para contarlas (especialmente el papel). Cuando no estoy creando mis propios mundos de fantasía, analizo y reseño los de los demás. Admito dragón como animal de compañía.

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