El pensador, escritor, blogger y traductor hispanomexicano responde en exclusiva a las preguntas de Fantasymundo redactadas por lectores y colaboradores a raíz de la publicación de “La izquierda Feng-Shui”, un libro polémico sobre la ciencia y el pensamiento actual de una parte de la izquierda.

 

Natalia Calvo: “La izquierda feng-shui” es un libro polémico e incómodo para ciertos sectores. ¿Qué se van a encontrar los lectores detrás de este título y esta portada, tan significadas?

Mauricio-José Schwarz: Hasta ahora ha resultado ser polémico para casi todo mundo, lo cual me parece bueno porque significa que casi nadie está muy cómodo con la verdad contada abiertamente y porque eso desvela la irracionalidad que con tanta frecuencia sustituye a las ideas en política.

Lo que se van a encontrar los lectores son varias cosas. Ante todo, encontrarán una preocupación sobre qué estamos haciendo en la izquierda realmente para tener un mundo mejor en el futuro basándonos en lo que sabemos a ciencia cierta más que en lo que creemos o suponemos. Luego encontrarán el concepto clave de que la izquierda no es una y monolítica, sino que hay un gran abanico de ideas con un hilo conductor pero que la misma idea de la «verdadera izquierda» es cuestionable y que las críticas dirigidas a la izquierda, incluidas las mías, no deben generalizarse. Se van a encontrar también con una historia que creo que no se había contado sobre los orígenes y desarrollo de esta tendencia esotérica y mística que es innegablemente parte de la izquierda, por mucha vergüenza que nos dé, desde la Ilustración hasta nuestros días. Se van a encontrar un análisis crítico de muchas creencias dogmáticas que sostiene la izquierda menos racional y que ha convertido en banderas políticas de manera absolutamente absurda. Y se van a encontrar con un montón de preguntas que creo que debemos responder colectivamente.

Natalia Calvo: En este libro hay leña para todos los gustos. Desde las pseudoterapias a los transgénicos, las conspiranoias, chemtrails, abducidos, etc. ¿Estamos viviendo una especie de catarsis colectiva del miedo o suena más el río que agua lleva?

Mauricio-José Schwarz: No, yo creo que siempre tenemos la enorme tentación de lamentarnos de que «vivimos el peor de todos los mundos posibles«, es una parte del victimismo que algunos adoptan como forma precisamente de rechazar todos los componentes de la realidad, incluida la ciencia. En realidad vivimos el mejor de todos los tiempos que el ser humano ha vivido hasta la fecha, unos tiempos en que puedo escribir esto y lo más que puedo temer es que los parvulillos de La Razón me llamen «comunista» y los comunistas apolillados me llamen «neoliberal». Pero es un libro que todavía hoy no podría publicar en Cuba, por poner un ejemplo (Raúl Castro es ferviente creyente en todas las pseudomedicinas) o en China (donde Mao inventó la «medicina tradicional china» que es un enorme negocio) o en Venezuela (donde Maduro y su mujer son discípulos de un gurú aterrador, el Sai Baba), pero que en el pasado tampoco habría podido publicar en España, en Alemania o en Argentina.

Hay, sí, una presencia más notoria de la irracionalidad que en el pasado gracias a las redes, que difunden la desinformación con enorme efectividad, y quizás en el pasado hubo una cierta dejación de responsabilidades de los científicos y los divulgadores, para los cuales este universo parecía algo meramente anecdótico, incluso cómico, y que ahora están reaccionando, pero no es una situación sin precedentes. Dicho eso, por supuesto que nos estamos jugando mucho, la idea misma del progreso, la posibilidad de califatos diversos, religiosos o políticos, que aherrojen el libre pensamiento, el libre cuestionamiento y la libre expresión. Todo esto está bajo asedio, pero siempre lo ha estado. Y creo que ahora estamos mejor armados para enfrentarlo que en el pasado.

Natalia Calvo: ¿Por qué es la izquierda la que recurre a tradiciones “ancestrales” en vez de seguir las ideas de la Ilustración? ¿En qué punto del camino se torció la cosa?

Mauricio-José Schwarz: Yo creo, y lo justifico con los datos históricos, que es una tara de origen. Junto a Voltaire, en el enciclopedismo militaba Rousseau ondeando su visión neoprimitivista, pastoril, una idea bucólica bobalicona prehippie, una ruralidad fantasiosa en la que Rousseau, claro, nunca vivió, siempre fue urbanita. Y Rousseau es en gran medida la plantilla con la que se dibujan tantos urbanícolas ecologetas de nuestro siglo, que le dan cursos de agronomía a los agricultores cuando el campo no lo han visto más que en postales.

Es decir, desde el principio la Ilustración generó la corriente contrailustrada, tanto dentro como fuera de la izquierda, o la retomó del pasado. Se puede pensar en muchos ejemplos de esta corriente irracional durante la misma revolución francesa, como el Directorio llevando a Lavoisier a la guillotina, a un rico Lavoisier que había financiado diarios de la revolución y defendido a los científicos extranjeros del chovinismo de la revolución. Se puede pensar en la lucha de Marat y David contra la Academia de Ciencias por haber estado al servicio del rey. Las ideas claramente mejores que proponía la Ilustración no excluían ni desterraban a la tontería del pasado, y la tontería sabe sobrevivir en cualquier medio.

Creo que en la izquierda, entonces, hay una esquizofrenia congénita bastante esperable entre la lucha contra el idealismo y las religiones por un lado y, por el otro, el rechazo a la realidad porque no es tan bonita como decía la publicidad o como nos la queremos imaginar. Y creo que esa esquizofrenia debe ser tratada. En la izquierda a veces hay tanto amor a las ideas que se olvida que las ideas deben ser moldeadas por la realidad y no al revés. Si nosotros no combatimos esa incongruencia, nadie lo hará, por supuesto.

Natalia Calvo: La mayoría de productos vienen etiquetados como “bio”, “natural”, “orgánico”, etc., y hay una campaña publicitaria enorme respecto a la denominada vida saludable. ¿Qué responsabilidad tienen las marcas en contribuir al pánico colectivo?

Mauricio-José Schwarz: Si seguimos los acontecimientos desde la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, desde la guerra de Vietnam, lo que ocurre es exactamente al revés. Hay grupos sociales contestatarios que tienen causas relevantes y a las que se van añadiendo causas menores o subsidiarias que se convierten en dogmas del movimiento: si eres pacifista tienes que ser vegano, por ejemplo, y lo que hacen las empresas como con todas las modas es venderles lo que quieren. ¿Quieres orgánico? Pues toma orgánico. ¿Quieres sabiduría de oriente? Pues toma sabiduría de oriente y te vendo el libro, el incienso, cuencos tibetanos y cedés de monjes tibetanos haciendo cánticos guturales. ¿Quieres cosas naturales? Te lleno seis estanterías de cosas naturales. Y además todo eso te lo vendo más caro que sus contrapartes porque, claro, es más sano y tú eres un hipster perdidamente ingenuo que disfruta de ingreso disponible y que se siente revolucionario sin molestarse en informarse demasiado.

Las marcas siguen las modas, no tienen ese poder de controlar mentes que las conspiraciones que se plantea la izquierda tienen. Siempre que alguien compra, habrá quien vende. Y me remito al mercado negro en los países comunistas, por poner un ejemplo.

Suelo decir que si la publicidad tuviera el poder omnímodo que le atribuyen, sólo habría una marca de pan, de refrescos, de patatas fritas, de autos y de neveras. Pero no hay tal. La publicidad parece bastante menos poderosa de lo que nos cuentan, su influencia no parece tan avasalladora junto a cosas como la presión social, la forma en que se visten o hablan quienes forman tu entorno, eso es mucho más determinante. Y si aceptáramos la teoría de Chomsky de que nos manipulan con precisión habría que explicar por qué todos estamos manipulados menos los héroes de la denuncia de la conspiración, como Chomsky… ¿qué los haría tan superiores como para sustraerse a la influencia maligna de los medios que sí nos controla a nosotros, pobres aldeanos? En el fondo lo que hay allí es un enorme snobismo, un sentirse por encima de las chusmas mal lavadas que se creen la publicidad mientras nosotros, los concientizados que leímos el Antidühring estamos vacunados contra ello por obra y gracia del bolchevismo sin pecado concebido.

Es el mito que vende Naomi Klein, que se ha convertido en una marca millonaria posicionándose estelarmente como enemiga de las marcas. La marca de la antimarca, el negocio del antinegocio, pero cada libro lo cobra religiosamente, que usa zapatos de diseñador y que comercializa su marca en multitud de formas. En ese sentido, quizás el volumen ideal para acompañar éste es Rebelarse vende: el negocio de la contracultura, de los canadienses Joseph Heath y Andrew Potter, que incide precisamente en esa contradicción.

Natalia Calvo: El abandono de la ciencia a favor de pseudoterapias es una constante en los últimos siglos. ¿Cómo concienciar o devolver el sentido común?

Mauricio-José Schwarz: Tres cosas: educación, educación y educación.

Nuestra visión del mundo sigue siendo precientífica en muchos sentidos. Pensemos que la medicina como disciplina científica acaba de cumplir 150 años apenas, con la teoría de los gérmenes de Pasteur y Koch. No es tiempo suficiente para contrarrestar muchas inercias. Por ejemplo, esa adoración al médico que proviene del medievo y se fortalece durante el Renacimiento. Los médicos son considerados sobrehumanos, su opinión, algo privilegiadísimo. Es una idea que proviene de cuando no había una ciencia médica y cada médico iba por libre y si tenía suerte y se le morían pocos pacientes se hacía rico y famoso y parecía mejor médico que su competencia aunque en realidad no sabía más. Esos médicos milagrosos no existen hoy en realidad porque el conocimiento médico está estandarizado y democratizado, cualquiera puede acceder a él. Pero aún seguimos oyendo hablar de un médico que encontro la cura de la diabetes un sábado cuando se tropezó en una alcantarilla mientras paseaba a su caniche. Es una visión mágica que permanece pese a la ciencia.

Quienes asumen esa visión mágica, y creen que es mejor pedirle consejos médicos a un Josep Pámies que es un vendedor de hortalizas y no a alguien que haya estudiado diez años del conocimiento demostrable que tenemos, no van a cambiar de opinión, estoy seguro. Pero la educación puede hacer que las nuevas generaciones entiendan por qué lo que dice Pàmies es una chorrada, por qué es estúpido siquiera plantearse que el cáncer se cura con limón, por qué no hay certezas en el mundo de la salud. Pero eso sólo pasará si nuestros sistemas educativos deciden de una vez por todas enseñar qué es ciencia. No datos científicos, no fórmulas y ecuaciones, sino por qué el conocimiento científico es distinto de todas las demás afirmaciones que hacemos.

Y ojo, tampoco creo en la conspiración de la educación, simplemente hay una inercia educativa poderosísima.

Natalia Calvo: Volviendo a su libro. Soy de izquierdas, algunas pseudoterapias me suenan, me gustan cultivar tomates en la terraza y utilizo bolsas de papel. ¿Debería leerme su libro o me va a empezar a salir espuma por la boca?

Mauricio-José Schwarz: Mi experiencia es que más o menos vas a decir: «Mauricio, estoy de acuerdo con todo lo que dices y es muy importante que enseñemos ciencia… pero eh, no estoy de acuerdo con lo que dices de (tu mito favorito: veganismo, animalismo, interseccionalidad, energía nuclear, transgénicos, meditación, reiki, homeopatía) porque (inserte los mismos argumentos de siempre) y además la ciencia no lo sabe todo«. Y si te discuto, empezando por «la ciencia no pretende saberlo todo«, acabarás insultándome, diciéndome «cientificista», «positivista» y, al final, «neoliberal siervo de las empresas transnacionales y del imperialismo capitalista». Es el camino habitual. Creo que la frase que más he escuchado es «Te paga Monsanto» o «estás a sueldo de las farmacéuticas«, con distintas variantes.

Quizá excepcionalmente digas: «Pues mira, los tomates están bien pero debo tener claro que los que cultivo en la terraza tienen mucho menos garantías para mi salud que los que compro en el supermercado, que las bolsas de papel son superguay siempre y cuando los árboles no me resulten demasiado simpáticos porque el papel no se hace con caspa de ángel y lo de las pseudoterapias es una chorrada pero se siente bien y me permite el autoengaño complaciente«. Con lo cual tienes una pila de contradicciones que resolver, por supuesto. Hasta donde sabemos, la gente no suele hacer con gusto reflexiones que pongan en duda sus creencias, pero hay casos.

Natalia Calvo: En sus libros divulgativos utiliza el humor y la ironía, ¿cree que es más fácil llegar así a la gente? ¿Cree que la divulgación es la clave para conseguir avanzar en la aceptación de la ciencia?

Mauricio-José Schwarz: Sería muy arrogante de mi parte decir tal cosa. Uso el humor y la ironía a veces simplemente por no llorar y ponerme a romper dientes, pero en general porque soy un tipo irrespetuoso, iconoclasta y burlón de origen. ¿Cómo no reírse, así sea amargamente, de algunas barbaridades singulares como, no sé, gente comprando libros de Osho, el gurú que tuvo la mayor colección de Rolls Royce del mundo, que era adicto a las drogas y se tiraba a sus discípulas como acto meditativo? Pero soy muy consciente de que ese estilo, en el que me siento cómodo y que he desarrollado, no es para toda la gente. Ningún estilo lo es. El mío llega a ciertas personas, sobre todo jóvenes, y prefiero dedicarme a pulirlo que a cambiarlo a ver si tengo más éxito con otro público. Somos hoy cientos trabajando en la divulgación y el combate a las pseudociencias (esto no pasaba hace veinte años, esto es un triunfo de la necedad), así que estoy seguro de que esos cientos de estilos encontrarán cada uno su público y sólo así se puede ser mayoritario.

La divulgación es fundamental, y es más importante conforme más dependemos de la ciencia para todo. Cuando tienes a un Donald Trump que cree que la ciencia es opinión, cuando tienes a gente en el poder que cree en chorradas y toma decisiones basada en creencias irracionales, cuando tienes una academia humanista posmo que ni siquiera acepta la existencia de la realidad objetiva, el riesgo es enorme. Por eso sí creo que divulgar es fundamental, pero quizás lo urgente no es enseñar física cuántica, de nuevo, sino explicarle a la gente qué es lo que hace especial a la ciencia, sus métodos y procesos, y por qué no es una opinión ni una religión ni una forma de creencia. El pensamiento posmoderno, que está en horas altas, precisamente postula que la ciencia no es un acto de conocimiento, sino un acto de poder, una opinión impuesta hegemónicamente. Y esto es lo más tóxico que pueda uno imaginarse. Le están diciendo a la gente, a la sociedad, que si saltan por la ventana, van a poder volar. Ellos no saltan, por supuesto, los Derrida y los Foucault y los Lacan y las Luce Irigaray y los Laclau, pero te dicen que saltes. Y si la sociedad salta, descubre su error cuando ya es demasiado tarde. No, la realidad no está creada por las ideas, las ideas deben ser producto del análisis de la realidad.

Natalia Calvo: Sus opiniones le han costado críticas de personas conocidas, con polémicas incluidas. ¿Le va el mambo o cree necesario que los personajes públicos se signifiquen sobre estos temas?

Mauricio-José Schwarz: Sería hipócrita decir que no me divierte escuchar el ruido que hacen los imbéciles cuando los patean. Pero más allá de la satisfacción estética personal, por supuesto que lo importante es que las figuras públicas se mojen y, sobre todo, confronten las ideas absurdas que puedan tener con los hechos reales, demostrables, contrastables e independientemente verificados. Por que su voz es escuchada.

Si la pregunta es por el debate que tuve con Llamazares, lo sigo teniendo. Bueno, ya no es debate, porque él no responde, le resulto poca cosa como para hablar conmigo. Pero yo le mando por Twitter cada nuevo estudio que valida la seguridad, eficacia y beneficios de la vacuna del VPH, y lo seguiré haciendo y pidiéndole que haga una rectificación pública hasta que la haga. Y no por «ganarle la partida», eso sería muy miserable, ¿no? Lo hago porque su opinión es relevante para muchas personas, sobre todo en Asturias donde es un líder de opinión. Asturias es hoy la comunidad con la más baja cobertura de la vacuna del VPH y una declaración de Llamazares, quien pidió que esa vacuna fuera retirada, serviría muy probablemente para mejorar esa cobertura vacunal. Y eso significa salvar a más niñas de lesiones en el cuello uterino, de la aparición del cáncer y de la posible muerte. Es enormemente relevante. Las personalidades públicas tienen que asumir que ése es el nivel de su responsabilidad política, también.

Natalia Calvo: En “¡No, por dios!” hizo una defensa estoica e ilustrada del ateísmo, sin embargo, hay un surgimiento religioso potente en ciertas partes del mundo. ¿Cree que en algún momento se llegará a revolver la baraja e ir relegando las supersticiones y religiones? ¿Por qué un mundo sin dioses es un mundo mejor, en su opinión?

Mauricio-José Schwarz: Creo que las supersticiones y religiones siempre van a existir porque para algunas personas satisfacen una necesidad emocional. El punto es, como sociedad, qué tanto podemos domesticar las religiones para minimizar el daño que pueden hacer. Las culturas de la Ilustración lograron domar bastante al cristianismo. Aunque aún se cometen atrocidades en su nombre, aunque muchos sufren por los extremos de sus familias, aunque queda largo camino por andar para quitarle las garras al cristianismo en Europa, estamos ya muy lejos de la Inquisición (que no dejó de matar sino hasta bien entrado el siglo XIX), las cruzadas y las guerras que asolaron Europa en nombre de la religión, como la Guerra de los Treinta Años, una guerra religiosa feroz, con ocho millones de muertos, apenas en el siglo XVII.

Pero el antídoto a la religión no es sólo la educación, es una vida digna, sin miedo, con esperanza real, con satisfactores y con oportunidades. Es decir, precisamente el tipo de sociedad que la izquierda propugna. Una sociedad más feliz es una sociedad menos religiosa, en general. El tipo de sociedad que nos muestran las socialdemocracias escandinavas es el que ha logrado disminuir enormemente el poder de la religión, y eso sin perseguir sacerdotes ni quemar bienes diversos como lo han intentado otros. Creo que ése es el camino. Y, por cierto, mi próximo libro va por esos rumbos.

Un mundo sin dioses es mejor por todo concepto. No atino a imaginarme un solo aspecto en que sea peor. Ese mundo no vive atenazado por el miedo a quedar mal con la deidad y ser horriblemente castigado para toda la eternidad. No tiene que someterse a más moral que la que se acuerda socialmente apoyados en el conocimiento. No tiene que humillarse ante el universo, sino que lo puede ver de frente, cuestionarlo y obtener respuestas que despejen misterios todos los días. No tiene que someterse a personajes que afirman hablar en nombre de los dioses, y que generalmente acaban formando una casta parásita y destructiva. Puede vivir su vida en plenitud y con más responsabilidad que si hubiera una vida posterior.

Natalia Calvo: También le gustan los dibujos animados, como demostró en “De Tom y Jerry a las Supernenas”. ¿Es cierto que los dibujos de hoy en día ya no son lo que eran? ¿Qué opina de las críticas a este tipo de entretenimiento infantil?

Mauricio-José Schwarz: Los dibujos de cada momento son los que responden a su realidad y a su momento. Como ya dije, no soy partidario de las nostalgias y los suspiros por tiempos pasados, tengo mis favoritos del pasado, mis favoritos de hoy y seguramente tendré favoritos conforme se sigan desarrollando nuevas ideas, historias y personajes. «Inside out» era una película inimaginable hace 30 o 40 años y me parece fenomenal hoy en día. O «Ratatouille», que es una joya.

¿Entretenimiento infantil? Los dibujos animados casi nunca han sido para niños. O al menos no sólo para niños. Es una idea un poco ofensiva, diría yo, incluso. Las críticas que se le hacen pueden ser desde muy razonables hasta los rezongos de los amargados de guardia, no generalizaría yo al respecto. Los rezongos siempre son despreciables, pero te dan columnas en los diarios y sillas de tertuliano bien pagado, lo que hace muy difícil combatirlos. Despreciarlos sin conocerlos es lo que me molesta, claro, pero eso pasa y ha pasado con todo, con el rock y el impresionismo, con el cine y las literaturas genéricas, con cualquier expresión fuera de la corriente principal de cuello almidonado.

Natalia Calvo: Entre los movimientos sociales, uno de los que más ha crecido ha sido el feminismo, pero las mujeres siguen estando infrarrepresentadas en la ciencia. ¿Cómo motivar a las jóvenes para elegir estas carreras? ¿A qué cree que se debe esta situación?

Mauricio-José Schwarz: Se debe a toda una estructura social que no se repara, por cierto, gritando ni diseñando neologismos insultantes, cosa que no repara nada casi nunca. Que hay que gritar, sí, claro, pero no basta.

Para que haya más vocaciones en ciencia, lo fundamental es que las niñas sepan desde pequeñas que la ciencia está en su horizonte de opciones, eso es trabajo de la sociedad y de las familias, y por lo mismo es un cambio que no se puede producir de la noche a la mañana por más desesperante que esto pueda ser, porque depende de inercias sociales omnipresentes. Pero hay que empujar y convencer, reclutar apoyos. Luego es necesario que las niñas y adolescentes que se interesen por disciplinas científicas tengan a su alcance profesores, familiares y un entorno general que les animen en lugar de decirles que eso no es para niñas. Y mantener ese ambiente a lo largo de toda la vida estudiantil para que las vocaciones se conviertan en realidades. Obviamente una situación ideal es irrealizable, pero lo que no se puede hacer es abordarla desde el victimismo y la simple denuncia. A mí me dijeron –mi familia era muy conservadora, muy católica, muy numerosa y muy asturiana– que me iba a morir de hambre como escritor. Hicieron lo imposible porque fuera yo médico, arquitecto o, cuando menos, contable. Pero bastó una persona que me animara para que persistiera. Con esto quiero decir que la presión social afecta a todo mundo y no vale hacer interpretaciones simplistas de causa única, pero al mismo tiempo hay que resaltar que esa presión social afecta de manera especial a las niñas en este caso, empezando por el hecho de que nadie se hace rico dedicándose a la ciencia.

Dicho eso, hay que ser muy cuidadosos. Hay áreas de la ciencia donde ya hay más mujeres que hombres, y en esas áreas están desarrollándose otros problemas que adoptan muchas formas, que he comentado con amigas que trabajan en ciencia, algunos de los cuales es políticamente incorrecto mencionar, como el abandono o interrrupción de algunas carreras por un deseo legítimo de ser madres y de pasar tiempo con sus hijos, pero que es visible en estadísticas de postdoctorado. Son asuntos que deben tenerse en cuenta, como muchos otros. Los problemas complejos tienen causas complejas y reducir todo el análisis a una sola causa y cerrar los ojos a otras es poco astuto.

Natalia Calvo: Usted tiene un bagaje cultural amplísimo en muchos campos pero ¿cuáles son sus referencias fundamentales en la divulgación y en la ciencia?

Mauricio-José Schwarz: No sé a qué te refieres con referencias fundamentales. Mi vocación fundamental es el periodismo, el enterarme de cosas y contarlas. Si no las cuento, no tienen tanto atractivo. Me interesa la ciencia y eso me llevó a la ciencia ficción y a la divulgación por lo mismo: si hay algo interesante, debe saberse. No sé que ya en el siglo XVIII un científico italiano concluyó que los murciélagos se orientan por el oído con un experimento elegantísimo. Es un dato curioso, me interesa compartirlo. Me pasa lo mismo con la música, por ejemplo, que es mi otra pasión. Compartir la música y los datos que la rodean me la vuelve mucho más atractiva y disfrutable. Hay gente en twitter a la que le da igual mi rollo político o de ciencia o de ateísmo, sólo me siguen porque les descubro nuevas bandas y nuevas expresiones musicales.

Si habláramos de un referente… hace muchos años, siendo adolescente o adulto muy joven, vi en televisión una serie de la BBC llamada «El ascenso del hombre», presentada por el matemático, historiador, poeta, dramaturgo e inventor Jakob Bronowski. Me gustó lo que él hacía. Por cierto que Bronowski y su serie también inspiraron a Carl Sagan, que hizo «Cosmos» sobre la plantilla de la serie de Bronowski.

Natalia Calvo: Eventos como Naukas congregan a un montón de personas interesadas en la ciencia y se emiten en streaming a través de Internet, pero la divulgación sigue siendo una asignatura pendiente en nuestro país. ¿Por qué es complicado divulgar? ¿Qué debe tener, en su opinión, un buen divulgador? ¿Cómo comenzó usted en esto de la divulgación científica?

Mauricio-José Schwarz: Cuando es complicado se debe a que el divulgador quizá no tiene claro el proceso de comunicación. Suele tratarse — ahora, antes éramos mayormente diletantes — de científicos que tienen la vocación de compartir, pero para ponerla en acción deben aprender otras habilidades, desde redacción y oratoria o actuación hasta el análisis mismo de la comunicación: a quién me dirijo, qué quiero comunicar, qué quiero que esa persona obtenga de mi comunicación, cuál es el lenguaje adecuado para esa persona, las figuras de lenguaje, los estilos y modos… ¿lo hago un cuento de aventuras o lo presento como un desafío intelectual? ¿Mi público se motiva más con Lorca o con Chiquito de la Calzada? Quizá falta reflexión al respecto allí. No todo lo que arranca aplausos en un público universitario, por ejemplo, es adecuado para la televisión, o para una secundaria.

Un buen divulgador debe saber de qué habla, debe apasionarse por contar sus historias y debe ser un profesional de la comunicación, sea que venga del mundo del periodismo o de la ciencia. Y no me refiero a un profesional con cartulina oficial, que la titulitis también es un trastorno de salud social, sino a alguien que sepa qué está haciendo y por qué.

Si lo hace bien y engancha al público, es más probable que le den un espacio más amplio en los medios. Y eso crearía un círculo virtuoso: una sociedad más interesada que a su vez promueve mejor divulgación y que interesa a los medios porque es consumida. Espero que ocurra eventualmente.

Yo empecé contando lo que sabía de ciencia a la gente con la que trabajaba, hace muchos años. Yo ya era periodista y escritor de ciencia ficción publicado, y vivía de la producción audiovisual. Contaba cosas de ciencia a los compañeros de trabajo y uno de ellos me ofreció escribir pequeñas piezas de divulgación para el informativo matutino del canal Once de la televisión mexicana, que lleva el Instituto Politécnico Nacional. Tuvo cierto éxito y también empecé a hablar de ciencia y a denunciar las pseudociencias en una colaboración semanal que tuve en un diario bajo el título «Circuito impreso» y que duró 9 años. También me invitaron a hacer una columna en radio a principios de los 80 y el asunto creció solo.

Natalia Calvo: Ha sido un placer charlar con usted. Desde Fantasymundo esperamos que el libro tenga buena acogida y pueda contribuir, aunque sea un poco, a la divulgación de la realidad científica y ayudar a que los lectores abandonen (o conozcan los riesgos) de las pseudoterapias y otras actitudes anticientíficas.

Mauricio-José Schwarz: Un saludo a todos sus lectores.

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Natalia Calvo Torel
Escribo, transcribo y traduzco cuando no estoy aspirando pelos de mis gatos, aunque de verdad soy arqueóloga medievalista y voluntaria como arqueóloga en la Asociación Para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). Trabajo en la Semana Negra de Gijón y os cuento mis historias en Fantasymundo desde 2005. A veces logro que la pila de libros pendientes baje un poco, aunque necesitaré una casa nueva en breve. ¡Aúpa ahí!

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